La paranoia y el miedo

no son, ni serán el modo,

de esta saldremos juntos

poniendo codo con codo.

Jorge Drexler

CAMAGÜEY.-Ya el “pórtate bien y cómete toda la papa” no es mi indicación en las mañanas. Ahora nuestra despedida para encarar el día es más aséptica e inflexible. “Nini, no te metas los dedos en la boca, ni te toques los ojitos ni la nariz”. Ella asiente, como quien concluye que algo serio pasa. Ella debe imaginar que portarse no tan bien y dar trabajo con la bandeja ha perdido importancia, ella debe suponer que sí, el teque de mamá es cosa seria.

Porque así solo se explica la cola de niños y papás a la entrada del círculo en las mañanas y que el aseo ya no tenga hora fija y que la señito Yordanka les haya enseñado cómo se hace para toser o estornudar. “Es así mamá”; y me hace una demostración de spot televisivo.

Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/AdelanteFoto: Alejandro Rodríguez Leiva/Adelante

Ella supone y supone, y yo la supongo preocupada. Porque mi niña es más bien de la euforia sin protocolos, de enseñar los dientes a diestra y siniestra, como casi todos los niños. A ella no le gusta(n) lo(s) serio(s). Cuando me ve parca, es de las que provoca con un: “ríete mamá”.

Y los días no están para tanta risa. Los tiempos alarman, y el mundo es obligado a esconder los dientes, más allá de las máscaras. Pero a sus dos añitos mi niña no está para entender de coronavirus SARS CoV-2, y yo la prefiero como es su estado natural. Yo la prefiero feliz. Aunque la vecina vea con sospecha mi decisión de seguirla “sacando”, yo por el momento le mantengo su rutina de círculo, sus sorbetos de la tarde en el puntico de la esquina, y agua y jabón a la llegada a casita. Hasta ahora el llamado es a la prudencia y no a la paralización del país.

Muchos creen, y en las redes sociales han redactado sus leyes y resoluciones, que debemos cerrar fronteras, que está demorando la cuarentena, que eso del barco es una tremenda locura. A ocho días de la entrada del COVID-19 a la Isla, la realidad indica que las medidas impiden por el momento la expansión del virus (16 casos confirmados hasta la fecha, en lo que clasifica como importación) y muestran un país preocupado y ocupado.

Pero en tal logro no podemos escudarnos. Resulta sacrilegio que entren pasajeros y el plan de prevención no sea todo lo estricto que reclama la situación, o que simplemente en las fronteras los controles no sean. Y está pasando.

Las posiciones son diversas. En unas y otras va razón. De acuerdo con el curso de la pandemia en casi la totalidad del planeta y el contexto que vive Cuba ya sería sensato establecer aislamiento para todo el que llegue al país. De lo contrario irá en ascenso la curva de contagios. Lógica elemental. Mas, toca confiar que quienes nos dirigen están para pensar y decidir lo que nos conviene mejor como nación, lejos de apasionamientos individuales.

“Hay que tener serenidad y confianza, todo el mundo tiene que apoyar y aportar. Hay que seguir llamando a la disciplina y a cortar todos los rumores malintencionados. Las decisiones se irán aplicando de manera gradual, en la misma medida en que se va apreciando la situación epidemiológica”, lo dijo nuestro Presidente, y se lee bien claro.

Desconozco si serán dos, cuatro millones o ninguno los que Cuba desembolsará por decir sí, accedo, ayudo. Tampoco creo que importe mucho. Nada debiera opacar tamaño gesto. Como también debiéramos creer que nuestras autoridades políticas y sanitarias no permitirán que un solo cubano se contagie por esta vía. Tenemos escaseces de todo tipo, y a veces en la salud nos duelen más, pero la preparación y voluntad de nuestros médicos pocos pueden ponerla en evidencia. El barco atraca, los enfermos se tratan en suelo cubano y todos regresan al suyo de manera ordenada y segura. Cuba se pone más grande en el mapa y enseña de humanismo, de coraje. El mundo, debería aprender.

De la cuarentena, el resumen es simple. Según la Organización Mundial de la Salud resulta conveniente cuando es probada la propagación autóctona, y en Cuba aún no se justifica. Las pruebas, el aislamiento y el rastreo de contactos, es la columna vertebral de la solución, ha expresado el director general de ese organismo en un mensaje al mundo.

Cuba cumple las indicaciones desde mucho antes de esa alocución. Ese, es punto para nosotros. Como el entrenamiento de más de 1 700 profesionales en el Istituto de Medicina Tropical Pedro Kourí para enfrentar la epidemia. Y la presencia de colaboradores cubanos en 33 de los países afectados por la neumonía de Wuhan. Y tantos puntos más.

A una amiga amante de los mercados bursátiles (como especialización periodística) la impacta las pérdidas de las principales bolsas de valores del mundo. La de París sufrió por estos días la peor caída de su historia; la de Wall Street se derrumbó hasta un 10% en sus índices líderes, la peor marca desde 1987; la de Sao Paulo suspendió sus operaciones, por sexta ocasión en nueve días, tras registrar desplomes nefastos.

Otra amiga que vive del turismo me escribe angustiada: “Qué pesadilla esta. El hotel se está quedando vacío, lo prefiero así. Cuídense machi”.

A otra la conmuve la canción que Jorge Drexler le dedicara al coronavirus; que David Blanco, Eme Alfonso o Fito Páez no cedan ante “su majestad” y vía internet hagan la música desde sus casas y para el mundo; que Alexis Díaz Pimienta también vea en la red el escenario para su taller sobre la décima, cada martes, mientras exista la amenaza de contagio.

Y yo cuento rápido qué me estremece de lo “bueno” que nos ha generado el virus. Para mí que el cabello largo ha sido desde siempre una suerte de fetiche, vi con lentes nublados el corte masivo de las enfermeras chinas para facilitar el uso de los trajes en los tratamientos. Veo, también con poca “claridad”, los himnos entonados desde balcones europeos y asiáticos, las notas que pretenden unir en medio de tanta distancia y confinamiento; el cartel con el “Te quiero Cuba” que enarbolaron pasajeros del MS Breamar… Somos una especie rara. Somos capaces de mostrar lo mejor en medio de lo peor; y esa versión (nos) suma tanto.

Toca confiar, toca creer, toca asumir este suceso con responsabilidad. A nuestros viejitos, más del 20 % de la población cubana, les “negaron” la cola en el consultorio del barrio; son ellos la prioridad y en sus casas les regalan las consultas. Nuestros enfermos (también los extranjeros) reciben el Interferón Alfa 2 B, y el resto de los otros 22 medicamentos incluidos en el protocolo para el tratamiento del COVID-19, así como de otras complicaciones que pudieran derivarse; además, tienen gente preparada a su dispoción para salvarles la vida. Y el cloro y el jabón en la puerta de cada sitio público nos aclaran las predicciones, menos aciagas que esa que en las redes le achacan a Nostradamus. Todos esos, son más puntos para Cuba. No dejen de sumar.