CAMAGÜEY.- Si bien no se puede hablar de una nueva era digital —pues en este mundo de desigualdades hay personas que sueñan con la electricidad todavía— es imposible no reconocer el impacto de Internet en la sociedad moderna, tanto que algunos lo declaran como el quinto poder. Pero, ¿qué tan seguros estamos en la Word Wide Web?, sobre todo si se sabe que apenas hace un año, en enero del 2019, más de 773 millones de direcciones de correo y 20 millones de contraseñas fueron filtradas, como parte de un paquete conocido como Collection#1.

Nosotros los cubanos conocemos ahora estos fenómenos que afectan al mundo desde hace rato y de los cuales estábamos ajenos. Por ejemplo, se calcula que de los estudiantes españoles de 12 a 16 años, el 6,9 % ha sufrido ciberacoso en los dos últimos meses y el 3,3 % reconoce haber participado como ciberagresor y que uno de cada cinco niños y una de cada siete niñas están implicados en episodios de ciberbullying.

Según estos datos, en un aula cualquiera, al menos dos personas se han visto envueltas en estas situaciones, algo que, según los especialistas, afecta negativamente la vida de muchos niños y adolescentes. En Argentina los numeritos alarman más: ocho de cada 10 menores de edad viven, al menos en Internet, una situación perturbadora como encontrar imágenes obscenas, pornográficas y de violencia, o sufrir acoso y maltrato a través de plataformas digitales y discriminación. Esas vivencias virtuales ya forman parte de la vida del cubano.

¿Estamos preparados y sabemos qué hacer en casos así que parecen cotidianos en las redes?Lo peor es que no queda allí, en las experiencias aisladas vividas por los usuarios. Con la llegada de la red global, los medios de comunicación se digitalizaron y, además, dejaron de ser los únicos con la capacidad de difundir información. Ahora las personas conectadas pueden generar y compartir contenidos desde cualquier parte del planeta en un instante. Por eso el profesor José Luis Orihuela, de la Universidad de Navarra, dice que “los usuarios se convirtieron en medios y los medios no supieron en qué convertirse”.

Sin embargo, más allá de la supuesta “democratización” y de darles “voz a los sin voz”, la mayor preocupación del mundo radica en que para el 2022 habrá más información falsa que veraz en red global. Las fakenews (noticias falsas) se adueñan de las redes y cada vez estamos menos preparados para discernir entre lo malo y lo bueno, lo real y lo irreal. El fenómeno incide hasta en los destinos de los países, y si no me creen busquen información acerca de los youtubers de Bolsonaro o la difusión de mensajes por WhastApp, que si bien no son determinantes, influyen en los electorados, sobre todo los indecisos.

Por ejemplo en Twitter, una de las redes sociales más utilizadas del mundo y la más política, los datos llaman la atención: las informaciones falsas reciben un 70 % más de retuits que las veraces, es decir, los usuarios las comparten mucho más entre sus seguidores. La red social del pajarito azul, junto a otras, sirvió para propagar desinformación, para engañar, intoxicar la conversación pública y manipular procesos electorales en países como Estados Unidos, Alemania, Francia, España y Reino Unido, este último caso muy estudiado cuando el Brexit.

¿Cómo hablar de Internet segura cuando las grandes potencias invierten millones en convertir el ciberespacio en un campo de batalla? En el 2009, por ejemplo, Estados Unidos presentó su cibercomando con unos 6 000 empleados. Se encuentra en Maryland, y según ellos mismos busca evitar a toda costa un Pearl Harbor cibernético. Pero lo cierto es que desde Fort Meade han salido ataques y no solo para defenderse; por ejemplo, algunos especulan que desde allí partió el de enero del 2010, considerado la primera bomba atómica digital detonada en el mundo. La Little boy fue un sofisticado virus dirigido al programa nuclear iraní.

Los cubanos no veamos esto muy lejano, pues el Gobierno norteamericano anunció una Fuerza Operativa (Task Force) en Internet dedicada a subvertir el orden interno en Cuba, con el objetivo de promover aquí el “libre” flujo de información.

No se trata tampoco de renunciar a Internet, hoy resulta impensable el desarrollo de la sociedad sin estar interconectado. Un minuto de Internet significa 30 millones de mensajes por WhastApp; alrededor de cuatro millones de visualizaciones en YouTube; 70 000 horas de video en Netflix; 350 000 aplicaciones descargadas de iTunes y Google Play; 45 000 fotos en Instagram y 450 000 tuits; transportar más de 4 000 personas, 150 millones de mensajes de correo electrónico y 3,5 millones de búsquedas en Google.

Igualmente un minuto sin conexión global representaría dejar de hacer cinco millones de ventas electrónicas; solo VISA no podría transar 1,5 millones de operaciones financieras y Mastercard, cerca de un millón. Las bolsas del mundo estarían imposibilitadas de procesar alrededor de 70 000 transacciones y las aseguradoras de expedir 200 000 seguros.

De lo que se trata es de preparar a la ciudadanía desde edades tempranas para asumir estos desafíos, cambiar los programas de asignaturas como computación y otras similares para educar a los niños en actualizar las legislaciones y que se reconozcan los ciberdelitos. Son maneras de hacer más para que hablar de Internet segura no sea cuestión solo del segundo martes de febrero, sino un tema diario.

Sobre todo porque según revela el estudio de tendencias globales de la agencia especializada en medios sociales We are social, nuestro país terminó el 2019 con el 63 % de su población conectada, un nivel de penetración muy superior a la media mundial. La meta en esa Cuba hiperconectada, y en una sociedad como la nuestra, tiene que ser un Internet mejor, y que todos hagamos uso de la tecnología de manera responsable, respetuosa, crítica y creativa.