CAMAGÜEY.- La mujer, jaba en mano, sale de la tienda. Casi de súbito, choca con una amistad, que tras los saludos de rigor, efusivos por cierto, le dispara una pregunta a “quemarropa”…
—¿Caros mi amiga? Ella lanza una mirada, y con gesto muy natural le responde:
—Na, están en precio....
La historia, créame, se basa en hechos reales. Pero más que reproducir esta conversación, simple quizás en términos de connotación, sirve de pretexto para detenerse en una palabra, incomprendida, a veces, y hasta capaz de levantar revuelos inimaginables: precio. Entendido este como el pago o recompensa que se asigna a la obtención de bienes o servicios o, más en general, a una mercancía cualquiera, empero mejor “dosificar” las tendencias economicistas del mismo, envuelto como nunca, en los polvos de la cubana cotidianidad.
El término, se sabe, es viejo, pero ahora cobra o recobra nuevos aires, se ventila, más cuando el país decidió oxigenar salarios en las empresas presupuestadas, y algunos pensaron que esa bocanada de aire a los bolsillos le traería aparejado “ganancias al pescador”.
Pero el río, es interés, no se ha revuelto (pese a pequeñas olas) y en esa perenne custodia tiene un celador de inmensa estatura: el pueblo. El mismo que tiene en sus manos varias armas legales para defender a ultranza el repunte monetario de un sector nada despreciable, y visto desde el ángulo meramente cuantitativo.
Sin embargo, aun cuando el país se encarrila en medio de marcados ahogos financieros por causa de las secuelas del bloqueo de Estados Unidos, vino una medida de amplia aceptación popular, que se dijo bien claro no es una reforma salarial, sino un incremento de los ingresos personales.
Varias resoluciones del Ministerio de Finanzas y Precios (MFP) vinieron como elementos protectores, como factores disuasivos para quienes en algún momento pensaron o aun pretenden, elevar sin freno sus tarifas de venta. Adicionalmente, se solicitó a los Consejos de la Administración (CAP) formular cuantas disposiciones les sean afines para fijar topes, y coartar que la gastada expresión de oferta y demanda imponga sus leoninas condiciones.
Acciones gubernamentales para defender precios topados (+Listado de precios ) https://t.co/b4whw5OBpB
— Alejandra Ramirez (@AlejandritaCuba) August 9, 2019
Son superconocidas las facilidades institucionales montadas para que el proceso transcurra sobre los rieles apetecidos, pese a la reticencia de algunos, no pocos, de cumplir las orientaciones emitidas. Pese a los apremios en la solvencia, el Estado dio un paso, considerado atrevido, no obstante, sí necesario, pese a que en el país los servicios básicos como Educación y Salud son asumidos por el presupuesto gubernamental.
De nada serviría aliviar las tensiones económicas hogareñas si se deja la puerta abierta al libre mercado, lo cual puede derivarse en una inflación, muy común en los países de tendencias neoliberales, y ya se sabe al dedillo las recetas utilizadas en esos lugares para “resolver” el problema. No voy a entrar en polémicas, mas cuando el discurso social va dirigido a increpar a aquellos que buscan ganancias a costa de ponerle valores (ya sea en CUP o en CUC) a cualquier oferta sobre la base de un esquema financiero bien trazado.
Ahora, la batalla sobre el tablero, la de los precios, precisa claridad en los movimientos, y como si fuera ajedrez, dar oportunos jaques, y hasta mate, cuando la ocasión así lo exija, porque existe una expresa voluntad de la máxima dirección del país de mantener equilibrio funcional entre dos claros pugnantes: el precio y el salario, una necesaria correlación que exige estricta vigilancia.
De lo contrario, los costos serían impagables...