CAMAGÜEY.- La Revolución Cubana acaba de cumplir 59 años este 1ro. de enero y entra ya en su aniversario 60. Para los que hemos vivido todas sus etapas desde los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en la ciudad de Bayamo, en l953, por la pléyade de jóvenes que encabezó el también joven Fidel Castro Ruz, constituye uno de los mayores honores al que podíamos aspirar en nuestras irrelevantes vidas.

En los capítulos que hemos escrito a lo largo de estas casi seis décadas vale resaltar como ejes de la victoria obtenida, la capacidad de resistencia del pueblo cubano, su espíritu de lucha contra todas las adversidades y obstáculos, la solidaridad internacional y el privilegio de haber contado con un líder como Fidel Castro, quien no solo fue capaz de encabezar la guerra contra la dictadura batistiana que nos oprimía y lograr vencerla, sino que supo conducir a Cuba a ganarle todas las batallas al imperialismo norteamericano y colocar a nuestra pequeña Isla en el universo de las naciones como un paradigma, como un ejemplo a seguir cuando se trata de conquistar la independencia de un pueblo y su derecho a labrar una vida mejor y más digna.

El 2017 que acabamos de despedir no fue menos tenso y complejo que todos los años anteriores transcurridos a partir del triunfo de 1959, sobre todo porque estuvo signado por los cuantiosos daños provocados por una intensa sequía primero, por un largo período, y un terrible huracán como Irma que arrasó toda la costa norte de 12 provincias de las 15 que tiene el país y cuyas pérdidas sobrepasaron los 13 000 millones de dólares.

Decenas de miles de viviendas quedaron destruidas total o parcialmente, así como miles de instalaciones productivas o de servicios, miles de kilómetros de redes eléctricas y telefónicas colapsaron, infinidad de vías de comunicación obstruyeron la circulación por lo destrozos sufridos, con millones de personas evacuadas para proteger sus vidas, y a pesar de ello debimos sufrir la pérdida de 10 de ellas.

Como si no bastara con todo eso, la administración del presidente norteamericano Donald Trump se encargó de endurecer el genocida bloqueo económico, comercial y financiero que mantiene contra nuestro país por más de 55 años dictando nuevas medidas prohibitivas de los viajes de los estadounidenses a Cuba y del comercio de sus empresas con la Isla, haciendo retroceder seriamente los limitados avances alcanzados en las relaciones entre ambas naciones durante el mandato demócrata de Barack Obama.

No obstante, a pesar de estas adversidades, en el plano económico la Isla logró crecer en 1,6 % en su Producto Interno Bruto (PIB) estimado que los especialistas consideran insuficiente para ubicarnos en la senda del desarrollo que requeriría no menos del 5 % , pero es demostrativo de que dejamos atrás la etapa del 0,9 negativo que se obtuvo durante el pasado año 2016 y máxime cuando se proyecta que en este 2018 el PIB crezca en un 2 %.

Desde luego que para reflejar el bienestar de los habitantes de una nación no basta con que esta observe crecimiento del PIB por encima del 5 % o más, sino que lo más importante es cómo se distribuye esta riqueza constitutiva de los bienes y servicios que se producen durante un período, en este caso un año, que es la medida más usada internacionalmente.

En no pocas naciones, yo diría que en la mayoría, de las que hoy constituyen el universo internacional existe una polarización de las riquezas creadas, concentrando en unos pocos la mayor parte de la distribución de los bienes y servicios producidos, mientras otros carecen de los más elementales beneficios, como son la educación, la salud, la seguridad social, y la propia alimentación indispensable para la subsistencia.

Por estas razones, no resulta extraño que en países tan ricos como los Estados Unidos solo el 1 % de la población se apropie del mayor porcentaje de los bienes que aquí se producen, mientras el otro 99 recibe la menor parte al punto de que más de 40 millones de personas estén por debajo de los niveles de pobreza.

Proliferan hoy, lamentablemente, en nuestra región latinoamericana ejemplos de países que aplican para la solución de sus problemas económicos, no importa si crecen más o menos en su PIB, el recorte al máximo de sus asignaciones sociales o su congelamiento por 20 años, los despidos masivos de los trabajadores, la rebaja de las pensiones, pero desde luego que en ninguno de los casos ni es Cuba ni somos los cubanos los protagonistas.

Si crecimos en un modesto PIB de 1,6 %, aunque no signifique cifra para el despegue de nuestro desarrollo, esto no ha sido motivo para que los beneficios sociales que recibe nuestro pueblo se hayan visto reducidos, sino que en unos casos permanecen los niveles alcanzados y en otros se incrementan.

Baste decir que del presupuesto del Estado para el 2018, la actividad presupuestada, dentro de la que se encuentra la educación, la salud pública, la seguridad social, los subsidios a las personas vulnerables y el capítulo de las inversiones reciben el 55 % de todos los recursos previstos.

La educación y la salud pública, ambos servicios totalmente gratuitos, reciben 8 180 millones de pesos y 10 565 millones, respectivamente, para su funcionamiento, mientras la seguridad social que beneficia a 1 millón 700 mil pensionados y crece en un 5 % recibirá 6 000 millones, y las personas subsidiadas recibirán más de 800 millones de pesos.

Junto a todo ello, es meritorio destacar la manera tan rápida con la que el país se recupera de los daños del mortífero huracán Irma, gracias al trabajo integral de todo el pueblo y la oportuna solidaridad internacional, paralelo con lo cual marcha el proceso de perfeccionamiento del modelo económico socialista que estamos construyendo, que avanza en su desarrollo institucional y del sistema empresarial, cuyas esferas productivas y de servicios deberán garantizar, mediante una mayor eficiencia y eficacia del trabajo de todos los cubanos, el crecimiento del PIB en 2 % parar cerrar este año 2018, que seguramente nos deparará nuevas victorias para Cuba y para la lucha emancipadora de nuestra región latinoamericana y caribeña y para todos los pueblos del mundo.