CAMAGÜEY.- No es Cuba la iniciadora de todo el maremágnum de información que circula en las redes sociales o sitios de Internet sobre el controvertido tema de los trastornos de personalidad del actual mandatario de Estados Unidos, Donald Trump.
Antes de que tomara posesión en la Casa Blanca y su imagen se hiciera más evidente públicamente, en medio del proceso electoral, el multimillonario de la inmobiliaria daba de qué hablar por sus poses, la facilidad de transfigurar su rostro hasta el punto de la ridiculez y de arremeter contra su interlocutor y de ofenderlo.
Hillary Clinton bien lo sabe, emergió durante la pugna entre ambos por la toma de la presidencia de Estados Unidos en unas elecciones que en el ámbito de la popularidad ella ganó y empequeñeció a Trump, pero eso son los entuertos de la maquinaria electorera de esa nación.
Hace pocas horas el sitio El Economista.Com, con el título: ¿Será que Trump padece un trastorno mental y debe dejar la presidencia? advertía: “Pareciera que nadie toma en serio a Donald Trump. Por sus actos, ha sido calificado de estúpido, infante o adolescente. Los más de estos adjetivos corresponden a figuras que no están obligadas a la responsabilidad sobre sus actos. Los moderados han descrito al Presidente de Estados Unidos como “impredecible”, esperando que detrás de su conducta exista una lógica oculta estratégicamente a las miradas externas.
Pero hay también quienes piensan sobre la necesidad de tomarse en serio la conducta del hombre que posee llave del mayor armamento nuclear en el planeta. Duty to Warn (Deber de Advertir) es la iniciativa de un grupo de profesionales de la salud mental de Estados Unidos que pone en la agenda pública la salud mental de Trump y su competencia para dirigir al país.
El ascenso al poder en Estados Unidos de personas equilibradas emocionalmente es algo que no surge ahora con Trump, en realidad el fenómeno se agudiza y es comprobable cuando valoramos un estudio para la Duke University Medical Center (Carolina del Norte, Estados Unidos), en el que analizan la salud mental de los 37 primeros presidentes (1776-1974) de los Estados Unidos y en el que determinan que la mitad de ellos padecía alguna anomalía mental.
Así, James Madison, John Quincy Adams, Franklin Pierce, Abraham Lincoln y Calvin Coolidge sufrieron depresión. Mientras que Thomas Jefferson y Theodore Roosevelt mostraban signos de ansiedad y desorden bipolar, respectivamente.
La fuente opinó que parece que ejercer la presidencia de un país no inmuniza frente a las enfermedades mentales, cosa que ya imaginaban, aunque explica que la cuestión realmente interesante pasa por indagar si la ansiedad, la depresión, un grado extremo de narcisismo o cualquier otra patología psicológica son compatibles con el ejercicio de funciones que exige un cargo como el de Presidente, ya sea porque se desencadenó durante el ejercicio de funciones o venía de antes. Del perfil sicológico de Trump se escribió, incluso, antes de ser presidente.
Aparecen la faceta narcisista, la megalomanía, la tendencia a la manipulación, piensa que el mundo gira en torno a él, es racista (recuerden lo ocurrido con los atletas norteamericanos), autoritario, un hombre misógino, es uno que odia a las mujeres, manifiesta aversión hacia ellas o rehúye su trato; prepotente, arrogante y no finaliza allí.
Trump menosprecia a los demás al considerarlos inferiores. No olvidemos lo que ocurrió recientemente en Puerto Rico en ocasión de su visita por los efectos del huracán María. ¿No fue un gesto de menosprecio tirar unos paquetes de papel higiénico? No fue criticado solo por los televidentes cubanos, sino de otros lugares del mundo.
Es el individuo que necesita ser admirado, carece de empatía, es extrovertido, tiene ansias de poder, es intolerante, agresivo y fanático. De todas estas características parte el rechazo que le tiene el mundo y por los peligros que entraña estar en el poder no solo para el resto del mundo, sino para los habitantes de Estados Unidos.
El congresista demócrata de Oregón, Earl Blumenauer, pidió en el Capitolio que se «clarifiquen» las posibilidades legales de la Enmienda 25 de la Constitución, que contempla el procedimiento para destituir a un presidente por incapacidad, algo de lo que no se hablaba desde el tiroteo que acabó con la vida de John F. Kennedy en 1963. Blumenauer aseguró que el «errático» comportamiento de Trump requiere una revisión porque la enmienda constitucional «tiene lagunas en el caso de incapacidad mental o emocional».
El congresista demócrata Ted Lieu afirmó que el comportamiento de Trump es «increíblemente» preocupante y que está considerando presentar un proyecto de ley para incluir un psiquiatra en la Casa Blanca.
El profesor de psiquiatría clínica de la Universidad Weill Cornell, Richard A. Friedman, escribió una columna de opinión en The New York Times en la que llamó a la cautela a la hora de establecer relaciones de incapacidad con diagnósticos psicológicos apresurados. Según Friedman, un diagnóstico sobre la salud mental de Trump requiere un gran número de sesiones cara a cara.
Además, apuntó el profesor, en algunos casos se puede tener una enfermedad y ser totalmente competente, a excepción de estados más graves como psicosis o demencia.
Los elementos que posee la ciencia son más que suficientes para dilucidar el caso de Trump, y a la mayor brevedad se aplique la Enmienda 25.
La mente enfermiza llevó al presidente estadounidense, Donald Trump, a manifestar que Cuba es responsable por los incidentes de salud reportados por diplomáticos norteamericanos en La Habana, aun cuando su propia Administración dice desconocer la causa de los hechos.