CAMAGÜEY.- Hace unos días, una información corrió de boca en boca y por los medios de comunicación: el Consejo de Defensa Provincial decidió cerrar dos importantes arterias de la ciudad de Camagüey adonde acude gran cantidad de personas de todo el municipio, e incluso de más allá. El objetivo era limitar la aglomeración y contener la propagación de la epidemia, en días que han marcado cifras récords de contagios para la provincia.

Para algunos la medida hubiera sido más efectiva si se extendiera también a otras arterias que ahora asumen los transeúntes que no pueden circular por aquellas declaradas como zonas especiales de vigilancia. Otros opinan que con solo cerrar los establecimientos no se necesitaría una decisión tan radical.

En cambio, asegura Aida Antúnez Parrado, presidenta de la Zona de Defensa 19 del Consejo Popular Centro, esta ha sido bien recibida por los vecinos de las seis viviendas habitadas en la céntrica calle Maceo, porque disminuye el riesgo de contagio. Igual piensan los residentes en la Avenida de la Libertad y la calle Candelaria, porque muchos se extrañan por la tranquilidad pocas veces experimentada en esos lugares.

ZONA ADENTRO

En la unidad La Ragazza radica el puesto de mando desde donde se comunican tanto con los vecinos, a través de los mensajeros, como con el exterior de la zona cerrada. Antúnez Parrado explicó que se realizó un levantamiento del fondo habitacional, se clasificaron por edades las 18 personas, por si necesitaban de alguna atención especial.

Al interior, además de los trabajadores de La Ragazza solo está en funcionamiento la panadería-dulcería Doñaneli, cuyas producciones se comercializan en otros sitios, además de que se les vende a los vecinos un módulo diario de pan.

“También viandas, cárnicos, para que no tengan que salir de las viviendas”, aclaró Teresa Tamayo Guerra, presidenta del Consejo Popular Centro. “Ahora cerramos la calle República y una parte de Independencia, lo cual lleva más trabajo, debido al número de viviendas y la cantidad de residentes”.

Daysi Márquez Rodríguez, dependienta de La Ragazza, ahora funge como mensajera, “anoto lo que vino, con los precios, pregunto a los moradores qué van a comprar, y llevo los productos hasta las puertas, con nasobuco y lavándome frecuentemente las manos”.

Parte esencial del trabajo es la pesquisa activa liderada por el personal del consultorio médico de la familia para detectar de manera temprana síntomas de la enfermedad.

¿CUÁL ES LA MAGIA?

Si en la calle Maceo son solo seis viviendas, imagine cuán difícil resulta atender en ese régimen más de 210 casas. Esa tarea la tiene la Zona de Defensa Garrido-La Caridad desde que se decidió poner bajo vigilancia toda la Avenida, más la calle Candelaria, no solo por la concentración de personas, sino por la aparición de casos positivos en el área.

Las imágenes son reiterativas, los presidentes de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y los mensajeros se reúnen y organizan el trabajo del día para garantizar la permanencia de los vecinos en sus casas y que lleguen los abastecimientos esenciales a cada uno.

Pedro, con su carretilla, entrega el pan normado; Marta y Maira compran y reparten el de tres pesos de la Cadena Cubana del Pan, regañan al vecino que abre la puerta sin el nasobuco, y ofrecen alguna que otra frase de aliento o chiste, que no pueden faltar en estos días; otros dos miembros del equipo reciben las orientaciones del día en el puesto de mando del Consejo de Defensa.

Cuando la intensidad de la labor reduce las fuerzas aparecen los dispuestos a ayudar: lo mismo un encumbrado profesor de Psiquiatría en la provincia, o la administradora del Registro de Consumidor, o el que ofrece pagar el módulo de alguien que no está porque es imprescindible en su puesto laboral y no regresa hasta horarios de la tarde.

Alienta cómo cobran vida y se reinventan los CDR para garantizar el cumplimiento de la tarea que hoy los une en torno al barrio para parar en seco la transmisión de tan contagioso y vital virus.

Sin dudas, la magia tras la cinta amarilla está en que el “Negro” y Ahmed saben que una forma de cuidar a Raquel, Ignacio, Arsenio, Concha, Juan y los demás vulnerables de la cuadra es poner su juventud y fortaleza en función de que no tengan que salir de casa. Así cargan y reparten nueve o 10 jabas pesadas de viandas en un abrir y cerrar de ojos, por un valor que algunos dicen perdido y a la hora de la verdad: la solidaridad.