CAMAGÜEY.- El hogar de niños sin amparo familiar ubicado en la Plaza de La Habana, en la ciudad de Camagüey, tiene nuevos padrinos. Así le llaman los muchachos al grupo de creadores del Fondo Cubano de Bienes Culturales que les tomó por asalto y transformó su casa.
En los tiempos más difíciles de la COVID-19 allí estuvieron trabajando: repararon carpintería, muebles, camas; pintaron, ambientaron, donaron mesas para las computadoras, banquetas para el desayunador, obras… los vincularon con ellos y se hicieron parte de la familia.
Así lo confirmó a Adelante Digital Néstor Liván Peña, uno de los artistas más queridos: “Los niños nos ayudaron en todo, se sienten felices, creo que así van a cuidarla más”.
Su grupo de creación se empeña hoy en la restauración de las habitaciones del Hotel Plaza, pero planifican el tiempo para mantener este otro espacio.
“Sientes satisfacción porque no ganas dinero, pero sabes que estás haciendo algo importante para ellos, que les mejoras sus condiciones de vida. Es un tema que sensibiliza a cualquiera. La misma muchacha que fuimos a ver para el cake ya estaba a tope y no quería más encargos, pero cuando le explicamos de qué se trataba, su respuesta cambió. Estamos incitando a otros artistas a que donen lo que puedan, cualquier detalle les hace su estancia aquí más alegre”.
Entre las historias que guarda de estos días recuerda la del mayor de los hermanos, a quien quiere buscar con frecuencia para involucrarlo en sus quehaceres y quién sabe si despertar el artista que lleva dentro.
Cuando culminaron su obra, organizaron una fiesta para celebrar los cumpleaños en colectivo y llevarles nasobucos y materiales escolares para el próximo curso. Adrián del Pino Sheweret, uno de los más jóvenes del grupo, donó una de sus pinturas, acompañado por Ernesto Casas y Alberto Cabalé, entre otros de los miembros del proyecto.
En nombre de la gran familia que han construido allí, Margarita Díaz Díaz, directora de la institución y “mami” de todos, agradeció por tanta preocupación y detalles. “Respondieron a cada una de sus preguntas, los atendían, los hicieron parte de las acciones, les explicaron su trabajo; no se ponían bravos cuando les cogían una brocha, al contrario, los enseñaron a pintar… Son personas que merecen el amor de los niños”.