CAMAGÜEY.- Si no se acude a la prensa escrita de la época, a pesar de la corta distancia en un tiempo que nos parece distante, poco se sabrá de realidades y vivencias que conforman el presente. Los inicios de la Revolución en el poder está para algunos tan remoto pero tan próximo en la historia que una parte de la población que no había nacido por aquel entonces o era demasiado joven e inexperta para conocer de verdad lo que se había logrado, desconocen bastante de las epoyeyas de aquellos años.
En los años sesenta, sin saber mucho de casi nada ensayamos a hacer de todo. En no pocos casos nos enredamos en camisa de once varas, aplicando novedades por encima de nuestras posibilidades técnicas y materiales o adoptando patrones ajenos al formato nacional. Siempre nos quedó un sustrato que nos ha ayudado a ascender en el plano científico en el que hoy aportamos al mundo para sorpresa de no pocos paniaguados.
El Che fue sin dudas el primer abanderado y decidido impulsor de la nueva tecnología industrial azucarera del país, colocando denodados esfuerzos en la mecanización de los cortes de la caña de azúcar, que asumió personalmente en los albores de la Revolución.
En 1962 creó en campos del ingenio Ciro Redondo, en territorio de Ciego de Ávila el Centro de Experimentación de Máquinas Cortadoras de Caña y él personalmente se enroló en la zafra del siguiente año a bordo de una de los primeros equipos a prueba, estableciendo su centro de operaciones en la finca La Norma, del central Patria.
Por supuesto que la presencia del Che, llevando hasta allí sus responsabilidades de Ministro de Industrias, atraía a periodistas nacionales y extranjeros que trataban en vano de que les concediera una entrevista o al menos una información del momento.
Procedente de Chile llegó a Camagüey una no muy joven reportera del periódico Mercurio, de cierta posición de derecha en aquel país, para realizar una entrevista al Che donde quiera que se encontrara. Con el desosado convencimiento de que la entrevista no sería concedida, pero fieles al respeto por la prensa, la dirección del PURS facilitó el viaje a la periodista y pidió a nuestro periódico que un colega acompañara a la visitante en su viaje, suerte que me tocó en aquella selección.
Oscuro aún en el amanecer del 3 de febrero de aquel 1963 recogimos en el jeep del periódico a la chilena en la casa de visita del Partido enrumbando hacia Ciego de Ávila y desde allí a los campos cañeros del central Patria. Solo a la media mañana localizamos el punto donde trabajaba el Che, a quien vimos solo de lejos, envuelto en un torbellino de cañas. Un oficial nos atendió y conoció los motivos de nuestra presencia en tan remoto lugar enviando la comunicación al Comandante.
A poco llegó la respuesta. Accedía al encuentro, solo que tendríamos que esperar a que terminara de cortar el campo en que trabajaba. Luego de las doce del día, concluido lo que él llamó su jornada, dejó la máquina y se acercó a nosotros invitando a que le acompañáramos en el viejo jeep que manejaba. Les señaló a sus ayudantes subir a nuestro vehículo y seguirnos, así que solo dos personas íbamos con él en aquel trayecto.
Durante el tramo de apenas diez kilómetros el Che tomó la palabra quitándole la iniciativa a la reportera y desplegó un abanico de preguntas, desde la situación política y social de su país, rumbos de la economía, movimientos de partidos políticos y pasó entonces a hacerle preguntas acerca de cómo Latinoamérica observaba el desarrollo de la Revolución cubana. La visitante tenía apenas tiempo de responder, ni pudo pedir la palabra para abrir al menos su libreta de notas.
De pronto el Che detuvo el jeep frente a un caserón de madera donde tenía su campamento. Descendió y con extrema cortesía nos invitó a que siguiéramos camino y tuviéramos buen viaje, encaminándose sin más hacia el interior del inmueble. La periodista se quedó con la boca abierta.
Emprendimos el regreso. Ella, por supuesto molesta, no realizó de momento ningún comentario. Solo al final, lejos de todo y tal vez comprendiendo mejor la situación que enfrentó, con humor me dijo: ¡Es increíble que la entrevistada haya sido yo!.
Sobre el incidente escribí una crónica. Lo que la colega redactó o no nunca lo supe, pero dos meses después desde el periódico El Mercurio una breve nota: “Gracias, me decía, a pesar de todo guardo con orgullo la entrevista con el Comandante Guevara”.