Menudos hombrecillos son los jinetes de carrera. Tienen que ser así para que a menor peso, según las consabidas leyes físicas, el corcel Árabe o Pura Sangre gane metros como saeta contra el viento.
Un buen día nos avisaron de un viejecillo otrora ganador de laureles en Marianao y en el Oriental Park, pero su estado físico ya no le acompañaba. Allá cerca del gran árbol del reparto La Mosca encontré a Fermín Álvarez Rey, sobrevivía gracias a la ayuda de los vecinos y aun guardaba una exquisita caja con más de medio centenar de fotos y fotofinish de competencias en los hipódromos habaneros ¡Cuanta belleza en las bestias, cuanto músculo antes de llegar a la meta! Ahora pienso en la película estadounidense del caballito ganador Sea Biscuit, aunque entonces el jockey Fermín solo me contó, entrecortado, de su potranca preferida Maicájar, o de Rosilla en los racing de invierno. No pude hacer la entrevista, el protagonista había caído de bruces y se había dañado tanto su rostro que entre vendas poco podía relatar.
Pude ver sus documentos. Nació el 11 de enero de 1911 y gracias al juez Luis Stewart comenzó a cuidar caballos de un tal Grijalbo. Dicen que un potro cerril puede costar miles, luego viene la doma y carrera hasta los 18 meses y a los tres o cuatro años del equino viene carreras cortas para llegar después a las dos millas. Los Pura Sangre nacen para correr, los jockey para hacerlos partir al éxito.
El éxito encima de la yegua Villaviciosa el 13 de enero de 1957, el potro Poseidón por una cabeza, una nariz en el Oriental Park…Fermín se llenaba de coronas y vítores. Chorros de dinero en las apuestas. De ser de los jinetes más pobrecitos devino en uno de los más ricos, premios de 4000 a 6000 pesos entre cascos, belfos y barro en el circuito marianense desde 1942 (lo demolieron en 1966). En Camagüey también galopó en los campos de Talleres Ferroviarios. Hice copias a las instantáneas, sin embargo también la tecnología traiciona y las copias digitales pasaron a mejor vida ¿Adónde estarán ahora las originales?
“¿Qué Fermín anda así?”. Mi tío se preguntó porque lo conocía de los años 50, de cuando se codeaba con la burguesía camagüeyana tras famosas galopadas. Tuvo los mejores vinos y placeres, no quiso irse a Estados Unidos, tuvo hijos, pero extrañas y fatales causas, de esas del juego y las apuestas, lo hicieron tomar solitarios derroteros en la vejez. “Las cosas de la vida”, tan solo balbuceó.
Luego intenté volver a donde él, pero fue muy tarde, ya lo habían internado en el asilo de ancianos de Nuevitas y poco tiempo pasó hasta su fallecimiento. Siempre será el jockey a quien jamás entrevisté.