Desde que Johann Gutenberg inventó los tipos y se generalizó la impresión de textos, el libro ha acompañado al hombre a través de los tiempos y contribuido a hacerlo más capaz en sus diversos oficios o profesiones.
La estructura de títulos abarca una amplia gama de intereses y géneros, entre los que figuran novelas de aventura, biografías, obras de contenido histórico, social o científico, por lo que casi nadie queda indiferente ante un texto que responde a sus motivaciones personales.
Un libro impreso puede acompañarnos a cualquier parte, viajar en nuestro equipaje de mano, seguirnos al parque o a la cama, por ello no sólo ha sido catalogado como un medio de distracción o conocimiento, sino también como una herramienta terapéutica de autoayuda muy efectiva para enfrentar situaciones difíciles.
Conocida como biblioterapia, esta técnica hace uso de clásicos literarios para que reinterpretemos nuestra realidad y sus circunstancias de una forma entretenida y agradable.
Un corazón roto, dificultad para afrontar sus circunstancias, falta de espiritualidad, etc., pueden encontrar enfoques más positivos si los vemos desde libros que recojan tramas, personajes e historias que se relacionen de algún modo con nuestras dudas y preocupaciones.
El método, empleado desde principios del siglo XX, se centra mucho más en las obras de ficción y poesía que en los de no ficción, autoayuda o divulgación psicológica, pues todos los estudios al respecto parecen demostrar que las virtudes de ese tipo de literatura son mayores al ofrecer la posibilidad de transformar y desarrollar nuestras propias experiencias a través de terceros.
Viendo esta natural tendencia humana, los terapeutas emplean la biblioterapia para estimular el desarrollo de capacidades y sentimientos, y llevarnos a aprender de prácticas ajenas, simplemente leyendo.
En los tiempos modernos se ha extendido tanto esta técnica, que algunos expertos han llegado a elaborar manuales de remedios literarios en los que se pueden encontrar recetas de libros específicos para cada dolencia física o emocional.
Si alguien necesita enfrentar el miedo al compromiso, los ataques de ira, el amor y sus complementos, la obsesión y sus derivados tendrá en uno de esos manuales los títulos específicos que debe leer.
Hoy está demostrado científicamente que los lectores de ficción duermen mejor, tienen mayor autoestima, menos probabilidades de caer en una depresión y menores niveles de estrés, porque la misma actividad de la lectura actúa a modo de meditación, relaja el cerebro y estimula la imaginación.
Un buen libro nos puede alegrar un día triste, ganar empatía, desarrollar nuestra inteligencia emocional o práctica e, incluso, nos puede hacer mejorar como personas.
Si estas razones no convencieran, siempre existe la certeza de que a través de la lectura ganarás en salud, en felicidad y sabiduría.