CAMAGÜEY.- Los rostros de las mujeres, los hombres y niños que rodeaban a Camilo aquel 30 de abril de 1959, vísperas del Primero de Mayo, se mostraban alegres por el infinito privilegio de tenerlo a su lado, al Comandante leal a Fidel, jovial, con buen sentido del humor y sonrisa sincera.
A la vista de todos se hallaba sentado en uno de los bancos de la otrora Plaza de La Merced (hoy de los Trabajadores), lustrando las botas, con esa sencillez innata que arrastraba al pueblo.
Foto: Humberto Cid Allí, dentro de los infantes se encontraba Rafael Cruz Suárez (el segundo de izquierda a derecha, de pie) con apenas 12 años. Rememora:
“Camilo tuvo la visión de decirle al limpiabotas que gracias a la Revolución tendría la oportunidad de dejar ese trabajo, estudiar, obtener una calificación, un oficio y solvencia económica”.
El arraigo por Camilo queda reflejado en la anécdota acerca de lo sucedido, después de abandonar el banco.
“Todos los seguimos. El pueblo detrás de él, saludó a todo el mundo. En la medida que el pueblo advertía la presencia suya, se sumaba, las calles se llenaban, demostrando el amor que sentía por esta figura legendaria”.
Los enemigos de la Revolución quisieron tejer una cruel mentira sobre la desaparición de Camilo y de su caída al mar.
“Recuerdo, como si fuera ahora, que el pueblo se movilizó, entre ellos Fidel, en la búsqueda y la alegría que significó la noticia al difundirse: ¡Apareció Camilo! El pueblo lloraba de alegría. Desgraciadamente, no fue así, lo perdimos para siempre el 28 de octubre de 1959.
“No está entre nosotros por culpa del traidor que quiso poner en juego la estabilidad de la Revolución. Hubert Matos quiso brillar más que Camilo. Al traidor no lo seguía el pueblo”.
La contundente respuesta del Señor de la Vanguardia no dejó lugar a dudas: “Hombres habrá traidores, pero no pueblos, y menos Camagüey”.
Dos días antes de que desapareciera en el trágico accidente aéreo tras partir del aeropuerto Ignacio Agramonte, de Camagüey el 28 de octubre de 1959, Camilo pronunció su último discurso público en la capital.
“En realidad –remarco Cruz Suárez—si llegara el momento, los muertos resurgirán para defender a la Revolución”.
De estar físicamente entre nosotros, hoy habría tenido 92 años y con seguridad volvería a expresarle a Fidel estas palabras cuando recibió el ascenso de Comandante:
“Más fácil me sería dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza” y con esa verdadera posición de unidad que proclamó el Primero de Mayo de 1959, en Camagüey ante miles de camagüeyanos, reunidos en áreas del Casino Campestre, el mayor parque urbano de Cuba.
“Todos los trabajadores, todas las distintas partes del pueblo deben unirse cada día más, en la unidad está el triunfo, en la unidad está la verdadera consolidación de la Revolución y de la libertad que hoy disfrutamos”.
Parece que estas palabras están concebidas para el actual momento:
“Trabajadores ustedes deben estar conscientes del momento que vivimos, no se dividan, no podemos dividirnos: ejército, pueblo y obreros debemos estar cada día más unidos”, dijo en medio de una estruendosa ovación de los miles de camagüeyanos.
Rafael Cruz Suárez, quien cumplió misión internacionalista en Angola en la década de 1980, al volver a las aulas como profesor del instituto politécnico ferroviario Cándido González Morales, aprovechaba las efemérides relacionadas con Camilo para inculcar su pensamiento y su ejemplo entre sus estudiantes.