Es 13 de septiembre de 1895 y la Asamblea Constituyente por fin está reunida. El lugar escogido es el potrero de Jimaguayú, donde cayera en combate Ignacio Agramonte. Las tropas del mayor general Máximo Gómez Báez garantizan la seguridad y tranquilidad de la zona.

La gesta de una asambleaLa gesta de una asamblea

Los veinte representantes de los diferentes cuerpos de ejército se congregan esa misma noche para acreditar su personalidad, intercambiar impresiones, perfilar el orden de los trabajos y acopiar los materiales necesarios. Salvador Cisneros Betancourt es elegido para presidir aquella primera reunión.

Al amanecer del día siguiente, el Generalísimo presenta a los delegados ante el ejército mambí allí presente, y entrega a la Asamblea la autoridad y poderes ostentados hasta entonces. Cisneros responde y los acepta en nombre de la Constituyente. Las notas de la marcha de la Bandera, ejecutadas por los cornetas, inician la vuelta de los soldados a los campamentos y los parlamentarios pasan a comenzar su encomienda.

Buscar la unidad

Las deliberaciones se desarrollan en un sencillo bohío de tablas de palma y techo de guano. El primer acuerdo es incluir la Declaración de Independencia como preámbulo del texto constitucional, y encargar a Enrique Loynaz del Castillo su redacción.

 Rafael Portuondo Tamayo. Tomado de ar.pinterest.comRafael Portuondo Tamayo. Tomado de ar.pinterest.com

Los comisionados del 1er Cuerpo oriental, liderados por Rafael Portuondo Tamayo, leen su proyecto de constitución, donde proponen unir la autoridad militar y civil en el cargo de Presidente de la República, y postular a Máximo Gómez para este.

Se hace un receso , Fermín Valdés, Raimundo Sánchez y Enrique Loynaz van a consultar al Mayor General. Los recibe en su tienda de campaña, escucha la propuesta pero se rehúsa rotundamente; manifiesta la necesidad de separar las atribuciones civiles de las militares para evitar interferencias entre ambas. Su negativa hace desistir de la creación de una presidencia omnipotente e impone un nuevo rumbo a los debates.

Enrique Loynaz del Castillo. Tomado de mesaredonda.cubadebate.cuEnrique Loynaz del Castillo. Tomado de mesaredonda.cubadebate.cu

En contraposición a Portuondo, Cisneros Betancourt y otros delegados se inclinan a repetir la ineficaz fórmula de la Constitución de Guáimaro, pero Loynaz del Castillo sale al paso y propone una solución para satisfacer a los postulantes de cada proyecto: la creación de un Consejo de Gobierno conformado por seis miembros con plenos poderes ejecutivos y legislativos.

Aprobada la propuesta, se pasa a discutir la conducción de la guerra. La opinión es unánime sobre mantener el cargo de General en Jefe y los jefes de la guerra anterior, pero no respecto al alcance de las competencias gubernamentales en materia militar. Cisneros y sus seguidores abogan por el predominio del poder civil sobre el militar y la consecuente subordinación de este al primero, mientras Loynaz del Castillo defiende amplitud de facultades para el General en Jefe y rechaza cualquier intromisión del Consejo de Gobierno en las operaciones militares.

El segundo criterio, respaldado por García Cañizares y Valdés Domínguez, obtiene el apoyo de los delegados orientales, y se inserta una cláusula permitiendo la intervención gubernamental solo en caso de “realización de otros fines políticos”. Cisneros insistió en ella por si dependiera de acciones militares el reconocimiento extranjero de la beligerancia.

El resto de los asuntos constitucionales fueron de menor discusión y mayor consenso. Así la asamblea proclama la independencia absoluta de la nación como condición indispensable para la paz con España, y aprueba el texto de la Declaración de Independencia, tras una pequeña modificación. Además se acuerda celebrar una nueva asamblea al cabo de dos años con el poder de modificar lo acordado y elegir a un nuevo gobierno.

Archivo de la Biblioteca Nacional de CubaArchivo de la Biblioteca Nacional de Cuba

El 16 de septiembre todos los delegados refrendan la Carta Magna sin discusión. Se procede a dar fe del acto y cada representante estampa su firma al pie del documento. Acto seguido juran, por su honor, fidelidad y observancia estricta de la Constitución, saludada con aclamaciones.

Nace el gobierno

Al día siguiente, la Asamblea se traslada, tras breve estancia en la finca Guayabo, a una magnífica casa del potrero de Antón, y se elige al Consejo de Gobierno. El acto inicia con la lectura de la relación de los Representantes con expresión de los Cuerpos de Ejército que le otorgaran sus poderes, y después se procede a una votación secreta. Salvador Cisneros Betancourt es el nuevo presidente del Consejo de Gobierno y Bartolomé Masó, el vicepresidente.

Salvador Cisneros Betancourt. Tomado de cubanosfamosos.comSalvador Cisneros Betancourt. Tomado de cubanosfamosos.com

El 18 la Asamblea se reúne por última vez. Nombra a Máximo Gómez como General en Jefe del Ejército Libertador, a Antonio Maceo como Lugarteniente General, y a Tomás Estrada Palma como Delegado Plenipotenciario del Consejo de Gobierno en el extranjero. Solo queda comunicar al ejército mambí los acuerdos tomados.

Lo juramos

A las ocho de la mañana del día 19 las tropas del campamento forman en cuadro. Al frente está Máximo Gómez a caballo, con la mirada fija en los miembros de la Constituyente que se aproximan. Salvador Cisneros se adelanta y lee en alta voz un mensaje de la Asamblea al mayor general. Es el nombramiento de este como General en Jefe.

Máximo Gómez Báez. Tomado de cubadebate.cuMáximo Gómez Báez. Tomado de cubadebate.cu

El general Gómez, con breves palabras, acepta la designación y en nombre del Ejército Libertador proclama la obligación de obedecer la Constitución aprobada y al Consejo de Gobierno cuyos nombres lee a la tropa. Un gran grito resuena “¡Viva la República de Cuba!”.

En ese emocionante momento Cisneros y Loynaz del Castillo se adelantan un poco con la bandera de la estrella solitaria y el Generalísimo avanza hacia ellos. Ante la demanda del Presidente, Gómez presta con voz firme el juramento de “defender hasta vencer o morir, la independencia de Cuba”. Alzando su espada, transmite al ejército la demanda del mismo juramento. “Lo juramos” es la atronadora respuesta.

Rafael Portuondo sella el acto con un cálido discurso de agradecimiento al General en Jefe y al Ejército Libertador en nombre de la Asamblea cesante y el Consejo de Gobierno entrante.

Finalmente, la Asamblea regresa al salón de sesiones y su Presidente declara terminada la misión de esta por haber despachado de todos los asuntos pendientes en su convocación. Donde cayera Agramonte, un grande de la Asamblea de Guáimaro, concluía el renacimiento de la República de Cuba en Armas.

Fuentes consultadas: Memorias de la guerra, de Enrique Loynaz del Castillo; Mi diario de la guerra, de Bernabé Boza.