CAMAGÜEY.- El Festival de las Artes de Castilla y León no solo convierte a Salamanca en punto de encuentro para artistas del mundo: también sabe volver la mirada hacia dentro. Reconocer a sus propios creadores. Un gesto valioso que este año se materializa, entre otros, en la exposición Ultramar, de Blannim (nombre artístico de Blanca Nieto) en el Espacio Nuca, abierta al público hasta el 17 de julio.

El caso de Blannim es particular. Es salmantina, pero nunca antes había expuesto en su ciudad. Y no es menor que este debut ocurra dentro del marco del FÀCYL, un festival que, como ella misma recuerda, ha marcado las dos últimas décadas de la vida cultural local. “Recuerdo el FÀCYL cuando estudiábamos, cuando hacían arte urbano en Anaya o empezaban los DJs en la Casa de las Conchas… Han pasado veinte años. Y ahora estoy aquí, formando parte desde dentro”.

Su muestra es una propuesta íntima, teñida de azul. Literalmente. La artista ha elegido este color como hilo conductor de una obra que busca representar el recuerdo no como una imagen fija, sino como un océano cambiante. “Quería hablar del recuerdo como ese mar en el que nos sumergimos al tratar de recordar. Por eso, todas las piezas están ligadas por el azul: un color que unifica, que envuelve”.

Nada más entrar a la sala, pensé en aquel cuadro de Joan Miró donde una simple mancha azul viene acompañada de un texto: “Este es el color de mis sueños”. En el caso de Blannim, el azul no sueña: recuerda. Es el hilo que cose sus obras, que las mantiene unidas en una atmósfera delicada y emocional. Toda la muestra transmite una armonía envolvente, una sensación de equilibrio que convierte el espacio en un pequeño refugio de paz, en contraste con la algarabía vibrante de otras acciones del festival al aire libre. Un rincón de contemplación, dentro del torbellino artístico que recorre la ciudad.

Las composiciones de Blannim no gritan: sus obras invitan a la pausa. Hay en ellas capas, veladuras, transparencias. Una manera de traducir en pigmento la fragilidad de la memoria. No hay nostalgia, sino exploración. Sus lienzos, con texturas sutiles y juegos entre lo visible y lo oculto, parecen evocar lo que alguna vez fue y permanece, a medias, en el fondo del tiempo.

Su estilo —personal, silencioso, emotivo— dialoga con el espacio que la acoge. El Espacio Nuca, una galería independiente que se ha convertido en una pequeña joya dentro del circuito artístico de Salamanca, permite un encuentro cercano entre público y obra. “Estoy muy ilusionada —dice Blannim— porque este festival siempre lo viví como espectadora, y ahora puedo aportar mi parte, desde aquí”.

Hay algo simbólico y emocionante en esta escena: una ciudad que celebra a sus artistas; una artista que vuelve a sus calles con la mirada transformada por el arte. Salamanca se convierte, gracias al FÀCYL, en capital cultural y en hogar sensible de las muchas voces que la habitan.

Y esa, también, es una forma de memoria.