CAMAGÜEY.- La Feria del Libro siempre trae sorpresas, y una de las más significativas ha sido el rescate del olvido del poeta, novelista e investigador Efraín Morciego Reyes (1950-2020). Ha vuelto a su tierra a través de la evocación de un alumno agradecido y de la selección de poesía La arcilla luminosa de la Editorial Ácana.

 Este homenaje a un camagüeyano fue iniciativa del escritor habanero Jorge García Prieto, conocido como Poe Cid, quien fuera discípulo y amigo de Morciego.

 Poe Cid, invitado a la Feria, presentará el próximo 15 de marzo su libro El lado sano de la lágrima, pero a la Uneac llevó consigo dos obras de Morciego publicadas en el exterior: Poemas escritos en La Habana y Graffitis en La Habana. Aunque su intención era compartir fragmentos de ambos, finalmente se limitó a la lectura de un único poema, “El bloqueo”.

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UN GENIO OLVIDADO

 Morciego, hijo de campesinos, alfabetizador y limpiabotas en su infancia, estudió literatura en Moscú y desempeñó un papel destacado en la escena literaria cubana. Fue presidente de la Brigada Hermanos Saíz en Camagüey, antecedente de la Asociación Hermanos Saíz, especialista en literatura y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

 Entre sus obras destacan Rústicas y rupestres (1978), Juan Olimpio, un primer teniente de catorce años (1981), El crimen de Cortaderas (1982), Provisiones de la memoria (1986), El monte de las cien caballerías (1989), Problemas con una Kriyumba (2003) y Soledad privada (2011).

Según Poe Cid, Morciego fue fundamental en la difusión de la obra de Roberto Manzano, a quien recitaba de memoria en sus viajes por Cuba. Manzano, a su vez, incluyó varios poemas de Morciego en su selección La arcilla luminosa. Cuarenta años de poesía camagüeyana (1970-2010), publicada por la Editorial Ácana, y recientemente ganadora del Premio del Lector en la Feria Internacional del Libro de La Habana.

UN ENCUENTRO INOLVIDABLE

 Poe Cid recordó su primer encuentro con Morciego, un episodio cargado de azar y literatura. Pensando que visitaba la casa del escritor Osvaldo Navarro, llamó a la puerta y fue recibido por un hombre que, tras ofrecerle un trago de ron, reveló su identidad: “Yo soy Efraín Morciego”. Al escuchar que su visitante lo conocía por su poema de la iguana, Morciego quedó impactado. Ese fue el inicio de una relación de profunda admiración y aprendizaje.

 Para Poe Cid, Morciego fue el “Facebook de su generación”: se carteaba con escritores de toda Cuba, viajaba para conocerlos en persona y acumuló innumerables anécdotas con ellos. Su manera de recitar, separando adjetivos con una voz performática y varonil, dejó una marca imborrable en quienes lo escucharon.

LA ÚLTIMA LECTURA

 Poe Cid también compartió el que considera el último recital de Morciego, no el que se registró en Cuba Poesía, sino uno en la sala de un hospital. Al verlo tendido en la cama, Poe Cid le saludó con el verso del maestro con el que siempre se anunciaba en su casa: “Y nunca te mueras, hijo”. A pesar de su estado, Morciego respondió: “Jorge, ¿dónde te has metido?”. Lo que siguió fue una lectura improvisada en la que el poeta, aun enfermo, recitó de memoria decenas de poemas, atrayendo a pacientes, enfermeras y curiosos. Días después, la pandemia de COVID-19 impidió nuevas visitas y Morciego falleció.

UNA DEUDA POR SALDAR

 Poe Cid enfatizó la urgencia de rescatar la obra de Morciego del olvido, destacó su rol en la renovación de la décima y su talento para la narración testimonial. Su hija, desde Miami, y su primo octogenario Fabián Morciego, presente en el homenaje, siguen atentos a la reivindicación de su legado.

 El acto concluyó con la exhortación a redescubrir la obra de este autor imprescindible, un camagüeyano que debería ser venerado en su tierra y más allá de sus fronteras.

 

El homenaje se efectuó este jueves en la sede de la Uneac, que funciona como subsede de la Feria. A su lado, por Camagüey, estuvieron amigos que compartieron con él, los escritores Sergio Morales, Ernesto Agüero y Alejandro González, además del trovador invitado, El Diablo Díaz.