CAMAGÜEY.- Es una agrupación distinta dentro del panorama sonoro de Camagüey, porque sigue marcada por la estela de los músicos tremendos que la fundaron y por las ganas de quienes mantienen su dignidad a la vuelta de 25 años. Un ejemplo cotidiano de sus notas emotivas y preclaras son tres de sus temas más interpretados: Timba rondó, de Humberto García; el merengue Te invito a bailar, de Juan Pérez; y Si tú me faltas, de Henry Springer.
Pavel del Río Marrero en el 2016 asumió la dirección como una herencia familiar, pues no hay nada más legítimo que el parentesco de la música y el liderazgo con creatividad. A él tocó organizar la celebración del cumpleaños, algo concebido con el tiempo suficiente para arreglar 14 temas de películas y ofrecer un concierto precioso.
Comenzó él al piano con La última escena, una canción de Carlos Varela, y siguió con el tema compuesto por José María Vitier para el filme Fresa y chocolate, interpretado por el grupo ampliado, ya que invitó a un cuarteto de cuerdas conformado por instrumentistas de la Sinfónica y la Orquesta de Cámara de Camagüey.
Sobre la pantalla grande pasaron momentos de Lista de espera, Roble de olor, Mascaró, El cazador americano, El hombre de Maisinicú, Habana Blues, Diarios de motocicleta, Tacones lejanos, Un paraíso bajo las estrellas, Clandestinos y Una novia para David.
Un regalo para el público fue la invitación a ex integrantes, entre ellos el avezado tresero José Miguel Navarro. Liudmila Pardillo, quien prácticamente comenzó su carrera en el grupo, fue al escenario con Ámame como soy, de Pablo Milanés, y Annié Chiang volvió con su Luz do sol, aquel tema de Caetano Veloso para India, a filha do sol.
Foto: Cortesía del entrevistado
No fue la primera vez de Musicora con motivos de películas, pues en su repertorio tenía temas montados que le valieron la presentación en las dos últimas ediciones del Taller Nacional de Crítica Cinematográfica. Por eso, con su concierto de cumpleaños también saludó el aniversario 60 de la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, y es posible que toque como salutación a la Cinemateca de Cuba.
“Nos entusiasma presentar este concierto en La Habana el próximo año, como quiere Luciano Castillo, para dedicarlo a los 60 de la Cinemateca. Quisimos hacer algo diferente, involucrar el audiovisual y salió”, cuenta Pavel del Río, quien completó su formación académica como saxofonista en la Universidad de las Artes y compuso la música del corto de ficción Ante la ley (2010), de Dashiell de la Guardia, y del documental Calalú (2016), de Alberto Santos.
—El concierto reafirmó el talento de los músicos y la capacidad tuya como director, ¿qué fue lo más complejo para ti?
—Implicó meses de trabajo. Hice todos los arreglos. Fue complejo llevar la música incidental del cine que a veces tiene una orquestación más amplia para el formato del grupo sin que perdiera la esencia. Estamos súper agradecidos del Centro del Cine, de Cultura Provincial, de la Uneac, del sonidista Eugenio Galindo, del trompetista invitado Emanuel Hechavarría, y en especial del Circuito, porque no teníamos el lugar, además la entrada fue libre.
—Musicora ha sido un referente de peso y tú has crecido allí, ¿temes algo como director?
—En Musicora llevo 10 años. No tuve la suerte de trabajar con su primer director, Félix Puig, pero sí con Humberto García, otro fundador que luego tomó la dirección. Fue mi maestro desde niño, un músico que siempre admiré y respeté. En el grupo me dio la posibilidad de hacer mis cosas, y recibirlo de sus manos es un retazo. Por su confianza todos los días me levanto con ganas de trabajar, de superarme.
Foto: Yoel Benítez Fonseca /Adelante
—Pero tienes vivencias artísticas y has aportado al grupo desde tu juventud. ¿Niegas tu sello?
—La agrupación empezó como un coro de cámara. El nombre viene por música hecha con cuerdas y voces. Ha pasado por varias etapas. En una se hizo música tradicional, se amplió al latin jazz, ha tenido que moverse por géneros y estilos como pop rock, música brasilera, canción cubana, trova. El abanico se ha abierto gracias a los integrantes a lo largo de los 25 años.
—Tienen un espacio fijo los sábados en el Bar Casablanca, ¿por qué eso genera en ustedes sentimientos en conflicto?
—Un trabajo fijo te reporta una estabilidad económica, pero a la vez crea el reto de la renovación constante. El público de los lugares nocturnos repite y exige la música que busca y que muchas veces no es la que uno quiere hacer. Navegamos entre dos aguas sin prostituirnos. Agradecemos a la Empresa Santa María por nuestro espacio en el Bar Casablanca, y como en su momento hicimos a la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey.
—A veces parecen muy tranquilos, medio conformes, pero no todos los que quieren a Musicora pueden seguirlo desde el “Casablanca”, ¿piensan en ese público?
—Sí, claro que sí. Soñar desde Camagüey con un disco es una utopía. Tal vez cambiemos de opinión cuando abra el famoso estudio de grabación. Entretanto hacemos modestos registros de canciones para la promoción por la radio. Tenemos pendiente un video clip. Pero no estamos quietos. El saxofonista Henry Springer es un compositor prolífico y la cantante Aimy Otero también está sacando sus propias letras. Musicora vive con la fuerza de sus esencias.