CAMAGÜEY.- Cuando, muy pequeña, se enfermó y la atendieron en La Habana como demostración de una clase de Medicina, Nieves Atrio lo supo: sería doctora. Corría la década del ‘50 y su padre le afirmó que eso solo lo estudiaban los jóvenes de la “élite”. Por el contrario, su madre reunió centavo a centavo para cumplir el sueño de su pequeña, dinero que no tendría ese fin con el triunfo de la Revolución.
“Comencé mis estudios de Medicina en 1963, fui fundadora de “Victoria de Girón”, una escuela creada para la formación de médicos a partir de la necesidad del país. Estuvimos dos años en el centro, y luego pasamos a los hospitales de La Habana hasta graduarnos en el año ‘68. En aquel momento había falta de especialistas en el país, por lo que hice el internado en Dermatología”.
—¿Cómo fueron sus inicios como dermatóloga?
—En Ciego de Ávila, en aquella época, la única que atendía como dermatóloga era yo. No teníamos transporte y por nuestros medios nos trasladábamos para dar consultas en otros territorios. Me iba en una guagua a las 6:00 a.m. para Baraguá, y a la 1:00 p.m. ya tenía que regresar a Ciego de Ávila.
Emocionada habla sobre la cooperación del pueblo con los médicos. “Muchas veces la consulta en el municipio no había acabado, y el administrador del hospital llamaba a la terminal de ómnibus y el transporte salía solo cuando yo estuviera.
“Una vez a la semana iba a Jatibonico. Para allá no había guagua, salía un tren desde Guantánamo y cuando llegaba a Ciego ya estaba lleno. Entonces el jefe de la estación me abría el vagón de los equipajes y allí, sentada en una caja, viajaba para dar mi consulta”.
Ya en Camagüey Nieves comienza la especialidad de Dermatología en el hospital Manuel Ascunce Domenech. “El único profesor en ese momento era el doctor Llanos Clavería, que asumió la responsabilidad de formar los nuevos especialistas de la provincia, y al que le debo mucho. Trabajábamos por el día y estudiábamos en la noche; dábamos consultas y le guardábamos los casos más difíciles al profe, él nos explicaba y continuábamos nuestra docencia”.
—Fue una de las primeras internacionalistas del país. ¿Puede hablarnos de esa faceta de la doctora Nieves?
—En los años ‘75 y ‘76 estuve en Argelia, entre los primeros camagüeyanos en cumplir misión allá. Entonces éramos menos, y no íbamos por dinero. El Comandante en Jefe nos pidió una vez renunciar a las consultas privadas; nuestra función era estudiar y salvar vidas, y eso mismo lo aplicamos en aquel país. Tampoco nos faltó nada, nos garantizaban la comida, la ropa, y conocimos varios lugares.
“En Argelia hay costumbres muy distintas a las de nuestro país. Las mismas argelinas me preguntaban cómo yo podía andar de manos con mi esposo por la calle; allá se les da muy poco valor a las mujeres”.
En 2008 vuelve a cumplir misión internacionalista, aunque con otras características. Junto a un grupo más grande de doctores asume esta responsabilidad en Angola. “Nos llamó la atención que los angolanos veneran mucho a los cubanos, sienten mucha admiración hacia nosotros”.
—Usted destaca por su trabajo en el programa de atención a la lepra e Infecciones de Trasmisión Sexual (ITS).
—En 1979 empecé a trabajar en el Centro de Higiene y Epidemiología, donde laboro actualmente, atendiendo ese programa. Estuve en la inauguración del Sanatorio del SIDA. En aquel momento era la jefa del grupo de Dermatología y me pidieron un especialista, entendí que, al tratarse de una enfermedad desconocida, debía asumir dicha responsabilidad. Tenía consulta una vez a la semana.
“En relación con el programa de lepra hice mi tesis doctoral, en 2013. Ha sido mi vida, mi campo de investigación desde que empecé a trabajar. Por mi edad me propusieron fungir como asesora de este programa, y ahora me desempeño en la formación de los nuevos profesionales”.
En sus recuerdos guarda los encuentros con el Comandante en Jefe Fidel Castro: “Él inauguró la escuela y nos prometió que asistiría a la graduación. Cuando terminamos los últimos exámenes, todos nos fuimos para nuestras provincias. Luego nos citaron para un trabajo voluntario, al parecer fue la forma que encontró el Comandante para acompañarnos”.
A sus 77 años continúa como profesora consultante y como asesora del programa de lepra, el cual, asegura, forma parte de su corazón. Reconoce que cuando te gusta lo que haces, todos los casos son importantes. “Los pacientes con complicaciones se convierten en preocupaciones, se vuelven tu familia”.
Nieves Atrio Mouriño constituye una síntesis de la medicina cubana, de esa cualidad de saberse necesaria en cualquier lugar. Es de los primeros médicos formados por la Revolución, de los primeros internacionalistas de nuestro Camagüey. De inspirada, aquella pequeña se volvió la inspiradora de otros muchos sueños, porque Nieves, la paciente de entonces, es hoy una doctora cubana.