CAMAGÜEY.- Blanca hace honor a su nombre y no solo por el color de su piel sino de su alma. Basta una conversada para que parezca que la conoces de siempre. La vida y el trabajo duro del campo durante sus 58 años le han provocado estragos físicos pero no le han opacado su luz ni la sonrisa cascabelera.
Esta mujer no le tiene miedo a los comienzos, ni a sus muchos retos e incertidumbres. El último año ha sido una lección de ello. Bien sabía lo difícil que era “pujar” una finca desde cero. Cómo olvidar cuando 18 años atrás, junto a su esposo Aramis Acosta Moreno (conocido por Lenin) le ganaron la pelea al marabú y levantaron —así en plural— la estancia ganadera en La Arenera. El sueño de impulsar lo suyo la motivó a solicitar tierras a finales de 2020. En la Circunvalación Sur de Camagüey, esquina al camino de Camujiro, ha convertido un potrero de 13.39 hectáreas en la finca “La Yansa”.
“Aquí llevamos solo 10 meses — dice con mezcla de orgullo y pesar por haber querido hacer más. Otro gallo cantará cuando pase un tiempito. Ya tenemos sembrado un frutal con mandarina, limón, mango, aguacate, ciruela y matas de coco por el borde de la cerca. Está plantado un campo de pepinos y plátano, cañas y King grass”.
“Además tenemos puercos, gallinas, guanajos y cuatro vacas para garantizar la leche de la casa. Empezamos con una cría de chivos y la vendimos a Ganado Menor. Lo que quiero es aumentar los vacunos. Ya estamos en función de garantizarles la comida y tenemos agua suficiente, un arroyo y tres pozos. Solo espero la autorización”.
Casi al unísono con las nuevas tierras le hicieron a Blanca López Guerrero la propuesta de dirigir la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Raúl Gómez García de la capital provincial. “Nunca antes había sido presidenta de una base productiva. Asumí con miedo para que sepa. La CCS en ese momento estaba muy mal económicamente. Recuerdo que en la primera reunión con los asociados les dije ‘este año ya no vamos a cumplir los planes porque solo nos quedan dos meses para terminar el calendario pero si en el 2021 no estamos entre los primeros del municipio me quito el nombre’.
“Desde que inició enero no hemos parado de visitar a los 172 asociados y chequear sus entregas. Vete para allá y vira para acá, día por día, pero el sacrificio ha valido la pena. Actualmente nos encontramos al 110 % del cumplimiento del plan de leche, también estamos al día con la miel de abeja, los cultivos varios y con la carne solo faltan 10 toneladas pero eso se resuelve antes de diciembre. Además arrendamos tres placitas y reabrimos un punto de venta en la Plazoleta de Nadales para vender a la población todos los sábados.
“A los campesinos hay que acompañarlos y exigirles para que cumplan con sus compromisos, pero sin imponerles nada. Es importante estar al lado de ellos. Creo que tenemos un buen equipo y les garantizamos el salario de más de 4 000 pesos a los 11 trabajadores. Hemos tenido que ‘chancletear’ duro pero lo logramos”.
—¿El hecho de ser mujer y dirigir en un ámbito rural donde persisten rezagos de machismo no ha sido un obstáculo?
—Todo el mundo me ayuda y apoya, no puedo decir lo contrario. A veces pienso que algunos se esfuerzan por cumplir y hacer las cosas bien para que no les llame la atención. Eso sí, saben que soy del campo y no una improvisada. En ocasiones les digo ‘recuerden que no caí del cielo en un paraguas y sé lo que se puede lograr y lo que no’.
Blanquita enfatiza en la importancia de las mujeres en el ámbito rural y en la vida sacrificada que llevan en muchos sentidos. No hay suficientes opciones de empleo y el trabajo agrícola resulta duro. Eso hace que muchas se queden en la casa con largas jornadas, asumiendo labores que demandan también esfuerzo físico, además de atender a la familia, la casa, los trabajadores. En ese caso su trabajo no recibe remuneración lo que las deja en condición de subordinación económica de los esposos.
Otro asunto que las afecta es la lejanía de las escuelas. Por un lado, las que son madres tienen que agenciárselas —sin medios de transporte— para llevar a los niños a pie hasta cinco kilómetros de sus casas. Y de adolescentes y jóvenes, muchas dejan los estudios para no tener que ir becadas, entonces se casan temprano y a parir.
“Es verdad que mucho ha hecho la Revolución por las mujeres, pero todavía hay aspectos en los que seguir trabajando para mejorarles la calidad de vida en las zonas rurales.
“Nací en el campo (en Guáimaro) y me encanta. De seguro que mi mamá y mi papá me hicieron en un surco de yuca y me parió entre las patas de las vacas --bromea. Ahora vivo cerca del pueblo pero donde quiera que me paro digo que vivo orgullosa de ser guajira. Agradezco mucho la posibilidad de haber estudiado, eso me abrió un camino diferente. Adoro a mi esposo, son 22 años de matrimonio, pero él sabe que no necesito de un hombre para vivir. Lo mismo hago una instalación eléctrica, ordeño una vaca, que mato un puerco. Eso no me hace menos mujer, por el contrario”.