CAMAGÜEY.- El correcto aprendizaje y la enseñanza de la Historia de Cuba son dos procesos fundamentales para entender el por qué de nuestra cubanía. En medio de ese binomio, la producción de literatura afín a la materia, se presenta como un elemento primordial. Y si figuras de la talla de Agramonte, Cisneros, Martí, Gómez, Mella, Camilo o el Che, resultan pilares de aquellas páginas que conforman nuestras raíces, también lo son aquellos hombres, menos nombrados, pero que han hecho de su obra un importante caudal para la nación.

Foto: Ediciones Universidad de CamagüeyFoto: Ediciones Universidad de CamagüeyLa profesora Auxiliar Ayme Vena Palmero, de la Universidad de Camagüey, encargada de impartir los hechos patrios en esa sede, nos acerca a su libro Rafael Argilagos: un intelectual en la República, que próximamente será presentado al público de esta provincia. Desde su contenido pondera la labor del pensador camagüeyano al ofrecer una mirada, en cuatro capítulos, a su labor en el período republicano. Sus escritos se caracterizan por la divulgación, pesquisa y promoción de acontecimientos con la edición de títulos, la publicación de artículos en la prensa y su estudio por el quehacer martiano.

- ¿Qué te motivó a efectuar esta investigación?

Durante los estudios del pregrado de la carrera de Lic. en Historia en la Universidad de Oriente (2000-2005), pertenecí a un grupo de investigación que coordinaba el Dr C. Israel Escalona Chádez. Su temática eran los estudios de recepción martiana. Este profesor tiene el gran mérito de haber impulsado el desarrollo de esta vertiente historiográfica desde entonces, no solo en esa región, sino en toda Cuba.

Rafael Argilagos Loret de Mola, camagüeyano que vivió entre los años 1926 y 1955, aunque casi toda su obra intelectual la desarrolló radicado en Santiago de Cuba, algunos lo conocían en su época como “El martiano de Oriente”. Por mi condición de camagüeyana, me propusieron que orientara mi mirada hacia él, porque a pesar de todos sus méritos y aportes a la cultura cubana, en un período tan convulso como la República burguesa, era prácticamente desconocido. Esas fueron las razones, casi fortuitas en un inicio, para que desde el tercer año de la licenciatura iniciara este periplo.

Creo que es importante resaltar, que Escalona, en su propuesta también respondía a un acuerdo del Congreso Nacional de Historia celebrado en Santiago de Cuba en el año 2001.

-- ¿Qué aportes nos deja su obra y, en lo personal, a usted como historiadora y como docente?

Como martiano asumió la misión de defender la historia nacional, quizás inspirado en la máxima, “los pueblos que olvidan su historia corren el riesgo de volverla a vivir”. Fue un intelectual en aquella etapa, como hubo muchos. Pero existían los que representaban la derecha, los de izquierda y los burgueses (liberales nacionalistas), o sea que amaban a Cuba y la deseaban soberana; con sus creaciones abogaban por la espiritualidad del cubano, el ser cubano, y por su condición social, la historiografía nacional y local por determinados prejuicios los obvió durante varias décadas.

Promovió en sus disquisiciones, también a través de todos los medios posibles, pero sobre todo de la prensa diaria: El Cubano Libre (continuador de el de los mambises), Diario de Cuba, Libertad, Oriente y Prensa Universal (los más importantes de la entonces provincia de Oriente entre 1900 y 1958), múltiples temáticas de nuestra historia: hechos de las guerras independentistas, biografías de héroes y heroínas de las guerras, gente de la intelectualidad y sus obras, y la temática martiana.

¿Podrá ser utilizado el texto, como un apoyo en los temas históricos, en las diferentes escuelas?

Sí, por supuesto. Sobre todo para abordar cómo se conoció el pensamiento y el quehacer de José Martí a lo largo de la etapa de “la República” y en especial en Oriente; las diferentes visiones o “usos de Martí” como también lo nombra la historiografía nacional en el período; los esfuerzos de los pensadores liberales nacionalistas por defender la nacionalidad cubana. Contribuiría modestamente a iniciar estudios en otras aristas de los aconteceres nacionales que a veces nos falta enseñar.

¿Esta obra es un resultado también de su tesis doctoral?

Realmente no. Es el resultado de la de licenciatura y maestría. La doctoral, aunque obviamente parte desde aquí, está más dirigida a toda su labor en defensa de la cultura nacional en su conjunto, se agregan sus aportes o sus incursiones en la literatura, su labor a través de las redes intelectuales, las crónicas sociales, etc.

¿Su estudio puede serle útil a los cubanos en los momentos actuales?

Él siempre fue orgullosamente cubano, no desdeñó de su Patria, al contrario, apeló al conocimiento de la historia y a la cultura de manera general para contribuir a la formación del ideal ciudadano. Aspiraba que debía existir en la Neocolonia: una persona culta, educada, instruida y protector de los intereses nacionales.

¿Su visión sobre nuestro Apóstol, representa una fuente importante a la cual acudir?

Sacralizó a José Martí, a esta posición la historiografía la denomina hagiografía (vida de santo). En la medida en que el intelectual fue madurando, utilizó el pensamiento del Maestro para acercarse con mayor agudeza a las problemáticas del acontecer nacional llegando a utilizar el ideario del Apóstol para criticar males de la República como el injerencismo norteamericano, la dependencia económica de los Estados Unidos y las luchas internas por el poder político.

Argilagos concibe a un Martí imitable, o sea que solo se remedará su conducta ética, su amor y la entrega por Cuba. Por lo tanto el cubano debía ser un hombre de excepcionales virtudes cívicas, dado al bien a los demás. Para el Apóstol, la práctica cultural tenía como finalidad mejorar el comportamiento humano. Estas serían las esencias nutricias del pensamiento argilaguiano: patria y cultura asumidas, asumida a través de sus paradigmas, en especial el de nuestro Héroe Nacional, José Martí. Lo consideró como un santo y abogó porque todos los cubanos asimiláramos el espíritu que ese gran prócer nos legó.