El primero de esos libros en ser premiado con ese galardón fue “Dialéctica del espectador” (1982), del gran cineasta Tomás Gutiérrez Alea. De esa fecha a la actual se han sumado otros, pero la cifra sigue siendo exigua, sobre todo porque se piensa que ese tipo de reconocimiento ha de ser dirigido a quienes cultiven la novela, la poesía, o el ensayo de corte literario. Olvidan lo que en su momento expresaría con gran lucidez Guillermo Cabrera Infante: “No existen críticos de cine; lo que existen son escritores que escriben sobre cine”.

A esa lista más bien pequeña de autores cubanos reconocidos como escritores que escriben sobre cine se suman ahora Luis Álvarez Álvarez y Armando Pérez Padrón con su libro “Fernando Pérez. Cine, ciudades e intertextos” (Editorial Letras Cubanas, 2014). Pocos realizadores del patio han avivado un interés teórico similar al despertado por Fernando Pérez. Varios son los libros, artículos y tesis universitarias que se le han dedicado a su cinematografía. Menciono apenas algunos: “La vida es un silbo”, de Mercedes Santos Moray, “Sueños de realidad”, de Jorge Ruffinelli, o la tesis de doctorado que actualmente concluye el crítico Joel del Río.

Entonces, ¿por qué otro libro sobre Fernando Pérez? Y sobre todo, ¿qué podríamos encontrar de novedoso en una aproximación como la que ahora hacen Luis Álvarez Álvarez y Armando Pérez Padrón, quienes repiten como equipo autoral, tras entregarnos hace un par de años su valiosa “Introducción al cine” (Ediciones ICAIC, 2010)?. Los autores se encargan de anunciar la novedad desde el mismo subtítulo, cuando acotan que hablarán de Fernando Pérez, de su cine, pero también de lo que significa en esas obras las ciudades y los intertextos. Y por otro lado, dicen: “En Cuba hay hasta ahora (2013) muy pocos estudios (…) que aborden la obra cinematográfica desde una perspectiva que intente una valoración o al menos un encuadre cultural del filme”.

Podría pensarse que es con el filme Suite Habana que se justificaría mayormente el uso de la perspectiva de los autores. Pero en los estudios del cine como hecho cultural, la ciudad es mucho más que esa locación en que suelen ubicarse las tramas, y desarrollarse las peripecias de los personajes. Ya Benjamin anotaba las modificaciones provocadas por el cine “en el aparato perceptivo que vive todo transeúnte en el tráfico de una gran urbe".

El reconocimiento que acaba de obtener el libro concebido por estos dos autores camagüeyanos, le incorpora a la literatura referida al cine un desafío mayor. Ya sabíamos que no bastaba el simple impresionismo que en su época sirvió de pretexto para compilar en un volumen varias crónicas, sino que era imprescindible el análisis que parte de lo epistemológico, y no de la simple opinión. Es un regalo al paladar del espectador-lector de estos tiempos que, sobre todo en Camagüey, siempre ha encontrado un buen refugio para pensar críticamente ese hecho cultural llamado cine.

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