CAMAGÜEY. - El COVID-19 amenaza con desestabilizar al mundo, y aunque Cuba ha logrado mantenerse sin transmisión interna, vale la pena mirar hacia los países o regiones que están en crisis. Miles de camagüeyanos viven las calamidades de la pandemia en sus focos más graves, y cuatro de ellos accedieron a hablar con Adelante sobre sus experiencias.

Fotos: Cortesía de los entrevistadosFotos: Cortesía de los entrevistadosDra. Dailín Saladrigas (Shanghái, China)

El virus debutó en China, en la ciudad de Wuhan, en el mes de diciembre, de manera inesperada. Cuando todo comenzó no se sabía lo que era, no fue hasta mediados de enero que se dieron cuenta de que era una epidemia con un alto índice de transmisibilidad. Recuerdo que el último día que salí de la Universidad fue el 22 de enero, convocados por el consulado cubano a depositar flores en el único busto de Martí, situado aquí en Shanghái.

Desde hacía varios días ya circulaba la noticia de que había que tomar las medidas higiénicas y usar nasobuco para evitar la propagación de cierto virus. Los nacionales acataron rápido las indicaciones. Al siguiente amanecer ya la vida había cambiado drásticamente. La orden fue aislamiento y restricción de salida.

“Todo cerró, las calles se vistieron de silencio en la nación más poblada del mundo. Pero no hubo quejas, solo gestos de disciplina y solidaridad. El país se puso en función del en aquel momento llamado virus de Wuhan. Solo quedaron abiertos algunos mercados por localidades para comprar la comida y suplir las necesidades básicas. A los mercados asistirían el día asignado, y solo podía salir un integrante de la familia. Entre los vecinos de los edificios se hicieron guardias para velar por el cumplimiento con lo establecido.

“Hoy, a más de tres meses, cuando ya el número de recuperados supera con creces al de fallecidos y el diagnóstico diario es mínimo, las condiciones y la disciplina de los ciudadanos se mantiene. Se les ha permitido regresar a sus hogares a los que estaban fuera en el momento en que se declaró la cuarentena, pero todo con mucha disciplina. Nadie regresa a su casa y se va a andar por allí, no, el que retorna de donde sea que haya estado, dentro o fuera del país cumple estrictamente un aislamiento en su hogar de 14 días. Las personas no salen por gusto. Algunos empleos han reabierto, principalmente los mercados. Pero todo el mundo cumple con las medidas higiénicas. Nadie se acerca en una fila, las personas se mantienen a distancia, usan sus nasobucos. Pienso que si no hubieran cumplido estrictamente con las medidas no hubieran logrado controlar la epidemia.

“Hay muchos héroes en esta historia. La consigna Wuhan Jiayou, ZhongGuo Jiayou (Wuhan tú puedes, China tú puedes) aún es la fuerza que impulsa. Surgió en los primeros días de la cuarentena, cuando el número de infectados y fallecidos era una ola creciente cada día. Todas las personas a las 8:00 p.m. se paraban en sus balcones a gritarlo. Era su manera de apoyar y dar fuerzas para seguir adelante, en la lucha que recién comenzaba contra un enemigo que no demoraron mucho en identificar y contra el que no se ha escatimado esfuerzo para lograr controlar. Aun cuando una buena parte del mundo les dio la espalda y se dedicaron a criticar, ellos fueron adelante. Aún trabajan sin cesar. Y lo más importante, son muy disciplinados.

“Creo que el virus se ha esparcido tanto porque en el resto de los países no pusieron a todo el que viajaba en cuarentena 14 días, cómo lo han hecho aquí. Acá para moverse de una ciudad a otra hay que presentar la evidencia de que cumpliste la cuarentena y no has estado enfermo. Incluso el que recibe el alta del hospital no va para su casa, sino a un sitio de cuarentena por dos semanas. Y lo hacen porque lo más importante es preservar la salud y proteger a la familia y al que te rodea”.

Daimy Calderón (Nápoles, Italia)

“A mediados de enero en la TV decían que tomáramos medidas sin alarmar, los políticos hablaban de elecciones y comenzaron a discriminar a los chinos. Nadie iba a sus negocios a comprar, algunos fueron agredidos física y verbalmente y cancelaron los vuelos a ese destino.

“El 30 de enero dieron positivo al COVID-19 una pareja de chinos que se encontraba por una gira turística en Roma y eso marcó el inicio de una etapa dolorosa para el pueblo italiano. Anteriormente ya el país había combatido otras formas de coronavirus: SARS en el 2002-03 y MERS (2012-13), además del H1N1, que también nosotros en Cuba escuchamos nombrar en esa época, pero este ha superado todo. Con el aumento impresionante del número de casos se decretó la Zona Roja a las regiones de Lombardía y Véneto y luego en todo el país.

“Suspendieron eventos deportivos, manifestaciones, servicios educativos, ceremonias civiles, religiosas, e incluso funerales. Solo quedaron abiertos negocios alimentarios, farmacias y servicios básicos. Por último cerraron las fronteras. Las personas han reaccionado de variadas formas. Algunas han “vaciado” los supermercados; otros han formado revueltas en las cárceles donde entre muertos, heridos y fugitivos el número es preocupante. Mientras unos permanecieron desde el primer momento en casa, un número elevado, sobre todo de jóvenes, salió a formar fiestas en las calles y a violar las normas, como si fueran inmunes al contagio. Las indisciplinas, la poca percepción del riesgo y la irresponsabilidad han provocado que el número de personas contagiadas en Italia supere los 35 000 y que más de 450 personas mueran por día.

“Nadie, absolutamente nadie, está exento al contagio. Los hospitales no dan abasto. No solo me desvela el COVID-19 en sí, sino que si cualquiera va a un hospital con una apendicitis, infarto, fractura, etc., la probabilidad de ser atendido como se debe es bajísima.  El Sistema de Salud está al colapsar. Se improvisan salas de terapia intensiva en cualquier sitio. El personal sanitario hace extraordinarios esfuerzos y se contrata a médicos retirados y de otros países. Los materiales para contrarrestar el contagio escasean y tienen precios abusivos en el mercado negro. Y estamos hablando de Italia, un país del Primer Mundo.

“En este punto de gravedad del problema nos percatamos de lo importante que resulta que cada uno haga su parte, desde el Estado hasta cada individuo. Nos dimos cuenta de que esta batalla se gana con responsabilidad y paciencia. Llevo dos semanas sin salir de mi casa. Aprendimos que ver la TV en familia es más gratificante, que tengo ropa que no sabía que me servía después del embarazo. Cantar juntos en el balcón te libera y haces las paces con el vecino. Pero la lección más importante es que si queremos que haya un cambio tenemos que comenzar concientizándolo nosotros mismos, con responsabilidad y solidaridad. Para mí ha sido y es todavía una dura prueba, pero estoy convencida de que en Cuba están asumiendo la experiencia de otras naciones y enfrentarán al COVID-19, y ganarán”.

Dra. Anabell Trujillo (Madrid, España)

“Aquí, cuando comenzaron a llegar noticias la gente se lo tomaba a la ligera: ‘es un catarrito y poca cosa’, decían. Con más de 200 enfermos confirmados, se alentó la marcha del 8 de marzo. Esta situación nos pilló desprevenidos y haciendo chistes sobre si los chinos comían murciélagos.... Clínicas dentales, peluquerías y todo tipo de negocios privados se mantuvieron abiertos pese al estado de alarma.

La novedad epidemiológica sorprendió a este país que tiene una sanidad estupenda. Tampoco se logró la conciencia popular. A finales de la semana pasada comenzaron a cerrar colegios y empresas, y la gente, en lugar de recluirse, salía de paseo.

“La cuarentena resulta muy difícil para las personas que, como yo, trabajan habitualmente 12 horas al día. Hasta el momento los mercados están surtidos y de la familia solo sale uno a buscar alimentos y otros productos con mucha precaución. Se agotan el gel antibacterial, el alcohol y los otros artículos necesarios para tomar las medidas higiénicas. La policía controla que la gente no deambule y aplican multas de hasta 1 000 euros. Parte de la población está entrando en pánico porque, además de la enfermedad, el país debe desestabilizarse económicamente y ya han comenzado los despidos en masa. Aun así, con más de 1 000 muertes y alrededor de 20 000 casos positivos, hay gente a quien le da lo mismo y sigue arriesgando la salud de todos”.

Dr. Jorge Borroto (Vitoria da Conquista, Bahía, Brasil)

“En San Pablo, la ciudad más populosa de Sudamérica, se decretó toque de queda porque los índices de infectación son muy altos. Ese tipo de medidas se toma de forma gradual en dependencia del nivel de complejidad en el que estén las regiones o países. Ahora que ya se sabe el poder de propagación y la letalidad del COVID 19, la población se desespera y comienza a pedir medidas drásticas, pero los estados no pueden descuidar otros problemas sociales y económicos. Mundialmente se está enfrentando esta pandemia por protocolos de enfermedades similares, porque es inaudita.

La colaboración entre los diferentes polos científicos internacionales ha sido vital, sobre todo los conocimientos que aportan los servicios de salud chinos. Cada día nos llegan detalles valiosos para entender las características del virus y poder confrontarlo, pero significa un reto para la medicina. Muchos colegas mueren en todo el mundo producto de la exposición cruzada a varias cargas virales, pero nuestra vocación es luchar por la salud de los demás.

“Recién me enfrenté a mi primer paciente con la enfermedad y sé que en los próximos días se multiplicarán. La sociedad brasilera de infectología dicta las medidas y estamos preparados para trabajar sin horarios, pero sabemos que perderemos muchas vidas porque las pandemias así superan la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios. Los brasileños son parecidos a los cubanos en la forma de relacionarse y de andar mucho en la calle, y eso resulta muy peligroso. En este punto la medida efectiva para detener la transmisión es el aislamiento hasta que los servicios de vigilancia epidemiológica puedan controlar la situación y los hospitales traten a los enfermos. Soy producto del sistema de Salud cubano, que trabaja con seriedad y dictará cada medida en su momento, pero me preocupa que el pueblo no responda con la disciplina que exige esta crisis. Allá está la ventaja de tener solo fronteras aéreas y marítimas y de contar con entidades que pueden ayudar en el control social”.