CAMAGÜEY.- Siempre aparecen en mi gaveta páginas sueltas con notas, párrafos, retazos de vivencias, recuerdos y referencias que reunidas pueden conformar el inicio de historias no contadas. De Sola tengo una buena carpeta, y aquí aprovecho para compartir algunos de esos apuntes.
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Ayer como quien dice. Espigada y siempre sonriente. Humilde. No la recuerdo de otra forma. Flérida Galván Argüelles, mi colega desde octubre de 1956 cuando en las aulas de la Escuela Profesional de Periodismo Walfredo Rodríguez Blanca, en Camagüey, comenzamos a hacer nuestras primeras armas en la profesión. De entre el grupo de estudiantes más jóvenes nos sacaba la ventaja de su experiencia como corresponsal en Sola del periódico El Camagüeyano, y ese rotativo era el más importante de nuestra provincia. De allá llegaban cada día a la redacción notas, informaciones y crónicas del quehacer de una comunidad perdida en el polvo rojo de las veredas cubiteras. Por su profusa correspondencia se le facilitó una sección bajo el título De Sola, a donde iban a parar lo mismo las incidencias de un bautizo que una alcantarilla rota, una bronca callejera o la solicitud de presupuesto para una escuela. Luego de 1959 ya estaba de corresponsal para Adelante y por entonces era la única mujer aquí en atender una corresponsalía. De ella guardamos los buenos recuerdos de una época y su avispada forma de hacer periodismo de calle sacando noticias de donde parecería que no las había.
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En las inmediaciones de Sola se extendía la laguna de Canasí en cuyo entorno debió habitar una rica comunidad aborigen. Hoy queda el hondón cubierto de yerbas altas y en su centro empinadas rocas aisladas, con marcas trazadas por la naturaleza de la altura que alcanzan las aguas en sus momentos.
Hay una leyenda, dicen. Alguna vez asaltaron a un grupo de conquistadores españoles a orillas de la charca por aborígenes a quienes la tropa había acabado de pegar fuego a su aldea. A pesar de la sorpresa los soldados se repusieron y en poco tiempo exterminaron a los atacantes, algunos de cuyos cadáveres fueron arrojados a las aguas que casi de inmediato y teñidas de sangre desaparecieron dejando la marca del agua en las piedras como memoria eterna de la masacre. Desde entonces y en diferentes épocas el agua aflora a través de grietas en la tierra y la laguna rojiza vuelve a retomar su nivel, pero solo por breve tiempo para dejar de nuevo las rocas aisladas y marcadas. La última vez que la laguna emergió fue en octubre de 1963. Nosotros fuimos testigos.
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El 1ro de junio de 1919 la empresa norteamericana Cuba North an Solh Railroad of Cuba inauguró la línea férrea de Caibarién a Nuevitas mientras que en los avatares de la Primera Mundial se fomentaron centrales azucareros y colonias cañeras, surgiendo a la vez y al paso de la vía pueblos como Sola, Lombillo, Jiquí, Donato, Esmeralda y Tabor.
El Ferrocarril del Norte de Cuba se construyó entre 1916 y 1920, tenía su centro en Morón y su línea recorría la región norte de la provincia de Camagüey hasta el Puerto de Nuevitas. La presencia de este ferrocarril desarrolló también líneas privadas con el objetivo de transportar las cañas y el azúcar hasta los puertos de embarque en Tarafa y Pastelillo, en Nuevitas. La vía principal procedente de Morón bajaba desde el oeste hacia Sola, costeaba la población y proseguía a Nuevitas.
Este ferrocarril tuvo desde las inmediaciones de Sola dos ramales cañeros principales, uno desde el propio poblado con destino a grúa cañera de La Corea, pasando por el batey de Centro Leve y otro desde el crucero de San Juan de Canasí que pasando por Ojo de Agua enrumbaba hacia las distantes colonias de Laguna Grande y San Lorenzo.
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La presencia de colonos norteamericanos no solo aparece registrada en La Gloria, comunidad asentada en la llanura costera apenas ocho kilómetros al norte de Sola y donde se reunió su principal núcleo.
También hubo dispersos colonos inmigrantes en comarcas ya perdidas por los alrededores de Sola como California, Garden City, Parking House, Columbia, Boston, Cuban Steamship Company, etc. Casi todos ellos dedicados al cultivo de cítricos que debían exportar en condiciones difíciles a La Florida, en los EEUU. Primero hacia la costa a través de los caminos de San Antonio de Piloto o por Viaró y desde allí en lanchones marear la bahía de La Gloria para embarcarlos en naves ancladas al otro lado de la isleta de Cayo Guajaba.
De esas cosechas llegaba muy poco a la ciudad de Camagüey debido a los imposibles caminos que trasmontaban la Sierra de Cubitas.
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“Kikotoyé tinó. Se la mié tinó. Se la mié. Tinó tinó. Se la mié tinó. Kikotoyé tinó. Tinó tinó… Los haitianos tenemos cantos para todas las cosas y allá en Haití como aquí cantábamos para mantener el ritmo en el trabajo. Somos un pueblo unido. Donde quiera que hay un haitiano hay otros haitianos, pero donde hay más es para Caidije que como yo son de Aux Cayes. Caidije está cerca de Sola. Yo casi no salía de Caidije, pero iba a Sola a ver pasar el tren. Por eso me dicen Cigüeña aunque mi nombre es Okigiel Pelleis. Cuando llegué a Cuba me dieron un papel y dijeron que ya me llamaba Eduardo Pérez Haití.
“Yo iba a Sola y me embelesaba viendo pasar los trenes, los carros de caña, y los que llevan gente, pero la guardia no quería que anduviéramos sueltos por el pueblo porque éramos negros y además no hablábamos otra cosa que no fuera el haitiano. Yo compraba una pinta de ron y me iba a la estación de Sola.
“¿Qué ocurrencia esa la mía mon diu?”
(Entrevistamos a Okigiel en agosto de 1990 y según sus documentos había nacido en 1890. Esto es imposible pues según el carnet de su hijastra Cecilia Pol Martínez, con quien también conversamos, ella nació en Cuba en 1903, por lo que es difícil que Okigiel se hiciera cargo de Cecilia teniendo 13 años de edad. Él mismo nos había dicho, que “para poder ir a Cuba tuve que quitarme edad pues lo que se necesitaba era cortadores y braceros jóvenes y yo no lo era”. ¿Fue acaso Okigiel el ciudadano más viejo de Sola?
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Apenas a dos kilómetros al sur de Sola, en las pequeñas elevaciones de Muñoz se abre la cueva de Los Generales. Pequeña espelunca que sin embargo hoy aparece registrada en los más importantes estudios arqueológicos de América.
En la década de 1970 fueron descubiertas en su interior pinturas rupestres, con 500 años de antigüedad mostrando hombres con espadas y yelmos, a pie y a caballo. “Estamos ante la primera y única información gráfica registrada de la llegada de los conquistadores al nuevo continente”, calificó el Dr. Antonio Núñez Jiménez, el descubrimiento.
Poco después la institución Smithosian de Historia Natural del National Museum of American History certificó a la cueva de Los Generales y con ella a la comunidad de Sola, como el sitio donde por vez primera los aborígenes describieron en sus dibujos la presencia del caballo en nuestro continente.