CAMAGÜEY.- La imagen del legendario Mijaín López dejando sus botines de combate en el centro del colchón tras conquistar la corona de los 130 kilogramos de la lucha grecorromana grafica la historia de la delegación cubana en los Juegos Olímpicos de París 2024.

El Gigante de Herradura ascendió al olimpo como el único atleta en dominar cinco veces una prueba individual, el único en hacerlo de manera consecutiva. En siglos futuros, alguna civilización descubrirá un mural de esta época con la figura del mejor gladiador del planeta.

La parábola del más grande deportista de esta tierra se traduce en el cierre de la época dorada de nuestro deporte. Terminaron los tiempos en los que Cuba se paseaba entre los 20 primeros países del medallero y nos abraza un sentimiento de desolación frente a la televisión.

El sublime performance del boxeador Erislandy Álvarez salvó del naufragio al buque insignia, que ya había visto caer a su capitán y quedar en bronce a su cañonero más potente. Erislandy nos recordó que alguna vez en la esquina nacional un tal Alcides Sagarra obligaba a tirar para convencer. Su grito de desahogo tras vencer al favorito púgil local resultó uno de los pocos momentos de frenesí para los aficionados y, sobre todo, uno que hace pensar que en el futuro puede haber luz.

La plata de Yusneylis Guzmán es de esas sorpresas que siempre llegan en este tipo de eventos. Medio fortuito y medio merecido, el avance de La Chiqui a la final de los 50 kilogramos constituyó la primera medalla de la lucha femenina cubana bajo los cinco aros. Siempre empujando con descaro ante rivales de más recorrido y prestigio, la habanera encarnó el espíritu de nuestras mujeres.

Y tal pareciera, por el tono de algunos narradores y las palabras de varios seguidores, que los bronces de Arlen López, Gabriel Rosillo y Luis Alberto Orta son de menos valor. Al parecer no saben ellos que en los deportes de combate valen poco los vaticinios, los informes burocráticos y los títulos anteriores.

Los tres pelearon para ganar, pero sus contrincantes, igual de preparados e ilusionados con la gloria, lo hicieron mejor en esos escasos minutos que duran los enfrentamientos. El boxeador guantanamero se va del concierto olímpico con dos coronas y un metal bronceado y solo una, lean bien, una sola derrota.

A espera de lo que pudiera suceder en las últimas tres jornadas de los Juegos, Cuba buscará nuevamente estar entre los 20 mejores del medallero por países (hasta el momento en el que se redactaban estas líneas, ocupaba el 22). Resultados como los de Atlanta ‘96 o Sidney 2000 parecen cosa del pasado.