CAMAGÜEY.- Este miércoles, como un chiste de pésimo gusto, se esparció la noticia de la prematura muerte de la baloncestista camagüeyana Leidys Oquendo. La floridana, quien recientemente se había alzado con el premio a la Jugadora Más Valiosa de la primera división de El Salvador, sufrió complicaciones postoperatorias que tuvieron el peor desenlace.
Respetadísima dentro del movimiento deportivo cubano y en la familia internacional del deporte de las canastas, personificaba la compañera perfecta, pues con las mismas manos que empujaba para buscar la victoria, abrazaba tras la derrota. Siempre se le vio dispuesta a ayudar a las más jóvenes, disciplinada, talentosa e inteligente dentro de la cancha.
Esas características la llevaron a vestir la camiseta del equipo Cuba durante 16 años, selección con que conquistó dos coronas en Juegos Centroamericanos y del Caribe, cinco en torneos Centrobasquet, un sexto puesto en el Mundial Juvenil de 2001 y dos participaciones en lides del orbe para mayores.
A nivel de clubes, Leidys le dio nombre al Camagüey, pues cuando se piensa en la Panteras, la primera imagen que viene a la mente es la de la esbelta Oquendo con la C en el pecho. A ellas las capitaneó a la élite nacional durante casi dos décadas, convirtiéndose en la jugadora más influyente del baloncesto femenino agramontino. Luego cosecharía medallas de todos los colores en las principales ligas de República Dominicana, Argentina y El Salvador.
Tenía un extraño contraste en su personalidad: era una dentro y otra fuera del terreno de baloncesto. En el rectángulo de juego pocas veces se le veía relajada, todo el tiempo tenía las manos a la altura del pecho, lista para atrapar el balón y empezar a esquivar contrarias de un extremo a otro hasta encestar. Una vez sonaba el pitazo final, los músculos de su rostro soltaban la tensión y aparecía esa sonrisa larga que se hacía eterna. Daba la sensación de que dormía riendo. Las cámaras y los micrófonos le sacaban los colores y aun en sus mejores momentos prefería estar junto a su gente de siempre.
En diciembre de 2018 en una conversación informal tras recibir el premio a la mejor atleta de deporte colectivo en Camagüey, Leidys le confesó a este periodista que su próxima meta no estaba sobre el tabloncillo: quería ser mamá. En busca de ese premio estaban ella y su inseparable Yoannis Baldó cuando la muerte lo truncó. Iluso el destino si supone que con su crueldad la borró. Las panteras no mueren.