El personal de la Salud constituye una población especial que se encuentra doblemente vulnerable ante la COVID-19. Si bien el riesgo de enfermarse y morir es una de las consecuencias más fatales relacionadas con la pandemia, no solo se sienten amenazados por el virus dentro de su área de labor, sino también por la preocupación constante por quienes dejan en casa.

De ahí que la asociación entre los estresores ocupacionales y el desequilibrio físico y mental de los trabajadores de la Salud sea un tema de elevado interés a más de un año de ininterrumpido enfrentamiento a la enfermedad, en el que los grados de las competencias y responsabilidades impuestas en el desempeño de las actividades laborales crecieron exponencialmente.

“El SARS-CoV-2 ha generado un alto grado de estrés en toda la población y por supuesto en el personal médico se exacerba, pues además de las limitaciones en el contacto físico, al que estamos acostumbrados los cubanos, y el rigor del trabajo, están los niños, los abuelos, los enfermos, las embarazadas... que dejamos atrás, preocupaciones de las que no se pueden desprender tan fácil como si de apretar un botón se hablara porque ante todo, ellos también son seres humanos”, asegura la Lic. Iraida Gómez Fonseca, especialista en Psicología Médica, jefa del grupo provincial de Psicología de la Salud y miembro de la Asociación de Psicólogos de Cuba.

“A esta tensión, que se incrementa casi por día, en un período de tiempo tan corto, se le ha denominado fatiga pandémica, y es hoy un riesgo extraordinario para nuestro personal sanitario”.

Como tendencia posponen la gestión de sus propias preocupaciones, incertidumbres y miedos para otro momento o en un punto de colapso. Los estudios han señalado que resulta frecuente la aparición de inseguridad en el futuro, ansiedad, agotamiento físico y emocional, y estrés. Estos estados disfuncionales y su inadecuado afrontamiento, sin dudas, conducen a un deterioro de su rendimiento laboral y de su cuidado personal.