CAMAGÜEY- Henry no sabe qué va a estudiar cuando sea grande, a sus 13 años solo dice convencido que prefiere la electrónica y la mecánica por eso, quizás, no asombran sus habilidades para ensamblar artefactos. El jueves 29 de febrero, Henry y su escopeta de caza se hicieron noticia cuando el disparo accidental del instrumento dejó el arpón enterrado en el abdomen del niño.

Todavía para Daimí Cardoso Sánchez el susto está tan fresco en la memoria que las lágrimas no se contienen fácil. A su llegada a la casa una llamada del esposo, que estaba de viaje, confirmaría la alarma ante la ausencia del mayor de sus hijos, Henry Cristian Zamora Cardoso.

 

 “Ya los vecinos lo habían llevado para el Pediátrico, y cuando llegué estaba en el quirófano. Los médicos fueron muy claros sobre el peligro tan grande que corría su vida, fue terrible. Ahora lo veo ahí, y no quiero ni pensar en lo que pudo haber pasado”.

La Dr. Marta Susana Pérez Cartaya, a sus tres meses de especialista en Cirugía Pediátrica, recibió el caso más complejo de su corta experiencia profesional. “Desde cuerpo de guardia nos alertan del trauma y lo valoramos en la unidad de atención al grave. Allí determinamos que el arpón estaba alojado en la zona paraumbilical derecha y comenzamos el protocolo correspondiente con la reposición de volumen de acuerdo al análisis de los parámetros: hematocrito, tensión arterial, pulso periférico, el gradiente térmico… todo previo al anuncio del salón.

“Se crearon las condiciones rápidamente y se convocaron a otros especialistas por la envergadura de la cirugía a partir de que se determinó la lesión en la vena cava”.

 Los doctores Dayannelis, Niulys, Georgina, Daimel y Martha, en ese orden de izquierda a derecha.Los doctores Dayannelis, Niulys, Georgina, Daimel y Martha, en ese orden de izquierda a derecha.

“En el momento en que llegó la emergencia, comentó la Dra. Niurys Aguilar Ramírez especialista en primer grado en Anestesiología y Reanimación de guardia, estábamos operando un paciente de Ortopedía. Eso lo complejizó todo porque, además de que no era un caso común, estábamos en otro salón y los tiempos de respuesta son fundamentales.

“Por suerte, aquí no es costumbre atender traumas de esta categoría, pero lo enfrentamos con trabajo en equipo, en el que cada quien dio lo mejor y así logramos el éxito en cuatro horas y 15 minutos dentro del quirófano y luego en terapia intensiva, donde estuvo intubado por más de 48 horas y va en franca recuperación”.

Según la Dra. Dayannelis Aguilar Atanay, especialista de segundo grado en Cirugía Pediátrica, fueron dos las lesiones, una intestinal, menos peligrosa, y la de la cava inferior, que es un vaso importante que comprometía la vida del paciente por lo que el control de la hemorragia era fundamental y para ello contaron con la colaboración del Dr. Raúl Romay Buitrago, angiólogo del hospital provincial Manuel Ascunce Domenech.

“Hasta el rol de los vecinos que lo trajeron fue significativo porque no permitieron que se extrajera el arpón, un acto que hubiera limitado las posibilidades de salvarlo.

“Hay que resaltar que esta fue una cirugía de control de daño ante un accidente potencialmente evitable en un menor. No es el caso de atención a un enfermo sino a un niño accidentado que pudo perder su vida”.

 Con 27 años de trabajo en el “Eduardo Agramonte Piña” la Dra. Georgina Sánchez Andújar, especialista en Anestesiología y Reanimación recuerda solo un caso similar que involucraba a un adulto. “Dada la naturaleza del acto quirúrgico lo más importante era mantenerlo con vida pues había perdido el 75 por ciento de su volumen sanguíneo por lo que la reposición tuvo que ser enérgica, se canalizaron varios accesos venosos para la administración de cristaloides, sangre, plasma y crioprecipitados. Lo que hizo falta de insumos y medicamentos lo tuvimos a nuestra disposición.

“Además, todo el hospital se movilizó en función del caso. Cada especialidad que intervino, la transfusionista, la residente de terapia intensiva, las enfermeras… la prioridad fue salvar a Henry”.

 

 El Dr. Daimel Rodríguez Lugones, jefe del servicio de Anestesiología del Hospital Pediátrico, comentó que el niño llegó estable y alerta, él mismo respondió la entrevista antes de entrar al salón y durante el proceso mantuvo estable sus niveles de tensión arterial, la frecuencia cardíaca, y se recuperaba de la sedación y relajación cada 30 minutos.

El especialista refirió la importancia de la anestesia general para el proceder y de la intubación en estos casos para el correcto sanado de las heridas en un primer momento, dado que se repararon grandes vasos y el intestino; también así pueden controlar la respuesta del organismo ante los medicamentos y los líquidos que se le administraron.

El día de nuestra visita hacia cuatro que Henry Cristian había vuelto a nacer en manos de un equipo multidisciplinario de la Salud, ya podía comentar algunas palabras y alimentarse por sí mismo.

 

 

“Cuando llegó lo único que refería era que le dolía, dijo la Dr. Niurys. Cada vez que tenemos un caso delante, y más en este particular, no podemos evitar pensar como padres. Imaginar que es nuestro y trabajar sin descanso para que vuelva a los brazos de su madre. Siempre es como salvar a un hijo propio”.

“Es un asunto de vocación, insiste el Dr. Daimel, con el paciente delante la mente está centrada en tratarlo, esta vez el resultado fue positivo, gracias a Dios y a nuestros especialistas”.

“Ahora mismo estamos felices, salvarlo fue un logro profesional y personal. Siempre damos lo máximo y fue un esfuerzo en equipo, la recompensa es verlo evolucionar en la terapia”, señaló la Dra. Sánchez Andújar.

Una foto fue el detonante del día más largo de la familia Zamora Cardoso, pero allí estaban nuestros médicos para ponerle un final feliz a la noticia de que un arpón había atravesado el abdomen de un niño de 13 años.

Henry refiere que nunca antes “se había disparado solo, lo tenía contra un poste y lo estaba cambiando de posición cuando todo pasó”.

“Estamos muy agradecidos con los médicos, con la familia, con los vecinos… son tantos los que se han preocupado, confesó Daimí. La atención ha sido buenísima, las enfermeras están todo el tiempo aquí con él, le siguen el horario de los análisis cada dos horas y se mantienen atentas a cualquier necesidad.

“Estamos muy agradecidos”, repite y sus ojos delatan la posibilidad que rondó por su mente, entonces, comienza a llorar, intuyo que con una mezcla inexacta de miedo y tranquilidad.