CAMAGÜEY.- Como atendidos por sus propios hijos se sienten muchos adultos mayores que en Camagüey reciben servicios en casas de abuelos, hogares de ancianos y en unidades gastronómicas diseñadas para la alimentación de aquellos que viven solos.
Llegamos a un hogar pintado de azul en el reparto La Zambrana. La dirección es Van Horne No. 5, entre la calle Aserradero y la Avenida Camagüey. Una vez dentro, luego de lavarnos las manos cuidadosamente, y frente al sofá en el que nos invitan a tomar asiento, leo en un cartelito “Trabajo Social”. Más allá, en el interior de esa oficina, una señora rubia con bata blanca da orientaciones específicas: es necesaria la pesquisa (los registros deben especificar nombre, edad, dirección y si presentan alguna sintomatología); los juegos de mesa hay que limpiarlos al menos una vez al día; coloquen la mesa de dominó en un espacio ventilado y que los jugadores usen nasobuco. Es Ivette Escobar Paz, la especialista en Trabajo Social de la Dirección Provincial de Salud, quien está de visita esa mañana en la casa de abuelos Amalia Simoni.
La administradora del centro, Maricel Reyes Artiles, resume que en la actualidad reciben atención allí solamente 25 ancianos, pues otros 15 están en sus casas bajo protección familiar por el peligro que representa para este grupo etario el nuevo coronavirus. Reyes Artiles explica además que proceden de distintos puntos de la ciudad de Camagüey; que se les evalúa su estado de salud al llegar al centro y que en el comedor se sienta uno por mesa. Dos de ellos conversaron con Adelante Digital.
Adelfa Vázquez Álvarez en plena faena en su casa de abuelos Amalia Simoni.
Adelfa Vázquez Álvarez tiene 69 años de edad, ha estado en la “Amalia Simoni” durante dos años y nos dice que la vida ahora es un poco difícil, por cómo somos de cariñosos los cubanos: “No nos podemos reunir, saludarnos con un beso o un abrazo, pero bueno, hay que cuidarse”. Y preocupada por los demás así como es ella, no puede darnos la cifra de los nasobucos que ha confeccionado allí mismo con su máquina de coser; ha perdido la cuenta. Cuando se refiere a la casa de abuelos, afirma: “Este es un logro de Cuba, a mí me sacó de la depresión luego de que me jubilé”.
Ramón Pérez también considera familia a los amigos con los que transcurren sus días en el No. 5 de la calle Van Horne. Lleva más tiempo que Adelfa —cinco o seis años, de los 71 que ha vivido— yendo a esta casa, “más grande que la suya”, bromea. “Aquí escuchamos la radio, vemos la televisión, tenemos juegos de mesa, y hacemos otras actividades. Yo vivo solo y en ningún lugar voy a estar mejor”.
La higienización es constante en el Hogar de Ancianos de Camagüey.
Más tarde, en el hogar de ancianos Manuel Ramón Silva, conocemos a Flora Rodríguez Andrew, Clemente Guerra Alfaro y Evelio García Viamontes. Para Flora, quien celebró sus 78 este viernes, lo peor es no poder jugar dominó y que aún el día 26 de este mes no les hubiesen facilitado los nasobucos. Clemente todavía no tiene un año de estar en el hogar, y orgulloso habla de las catorce libras que ha subido de peso y de cómo le han controlado las enfermedades crónicas que padece. Evelio acude al “Manuel Ramón Silva” hace casi una década, y para hacer reír al resto, afirma mientras los señala: “Todos estos feos son la familia mía. Lo único malo en estos momentos es que no puedo andar dando vueltecitas por el hogar, hablando, como hacía siempre, pero es por el bien de todos”.
De cifras y medidas para prevenir la enfermedad COVID-19 en esa institución de salud, el director, Yuri Emilio Copa Ruiz, apunta a la prensa: “El hogar tiene una capacidad de 263 camas y 257 trabajadores. Todos los días, en los matutinos, conversamos con los abuelos para capacitarlos en cuanto a las necesarias medidas higiénicas; además, les realizamos evaluaciones para detectar si tienen algún síntoma respiratorio y rápidamente aislarlos”.
Nos despedimos, en este enorme edificio construido en el siglo XIX, de la buena gente que lo habita, y vamos hacia un comedor del Sistema de Atención de la Familia, o SAF, como se le conoce comúnmente.
En la unidad El Bosque funciona el Sistema de Atención a la Familia.
Atento, nos recibe Alexander de la Cruz Loforte, el administrador, y enseguida indica el menú del día y el de la jornada siguiente, que están siempre visibles en un cartel a la entrada del SAF El Bosque, perteneciente al distrito Joaquín de Agüero. “El precio total, sumando los cuatro platos principales, (arroz, potaje, plato fuerte y vianda) nunca excede de un peso, y si agregamos los opcionales, es menos de dos”. Una agradable y sincera asistenciada, Susana Domínguez Ramentol, resalta la buena atención, la limpieza y la separación entre las mesas para propiciar el distanciamiento; y Heriberto Hernández dice: “aquí nos cuidan como si fuéramos sus padres”.