Camagüey.- El coreógrafo cubano Alberto Méndez, Premio Nacional de Danza, realiza el montaje de seis obras para las funciones de homenaje que le ofrendará el Ballet de Camagüey, los días 29 y 30 de julio, en esta ciudad.

Contó a la prensa que hace dos meses, Regina Balaguer, la directora de la compañía le propuso la idea, como parte de la jornada por el aniversario 50 de esta agrupación, segunda de ballet clásico del país.

Hasta el sábado permanecerá aquí para alistar Suite Generis, El vals y Fantasía, y precisar detalles de Muñecos, Paso a tres y En tus ojos, que han permanecido en el repertorio activo del Ballet de Camagüey.

Alberto Méndez ofreció peculiaridades de cada pieza y compartió sus sorpresas con En tus ojos, con música de Frank Fernández, que “ni siquiera me recordaba que existía” y eso le agradó mucho.

Muñecos ha recorrido el mundo entero. Es una coreografía tocada por la gracia. No considero que sea de mis mejores cosas, pero ha tenido mucho éxito dondequiera”, añadió.

Destacó el estreno de Paso a tres, con Mirta Plá, Aurora Bosch y Jorge Esquivel, y de Fantasía, interpretada en su momento por Loipa Araújo, Josefina Méndez, Aurora Bosch, y seis primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba.

“Aquí han hecho un trabajo excelente, no solamente los bailarines, sino los profesores y ensayadores. Quedé gratamente sorprendido por la fidelidad y la técnica que no tienen nada que envidiarle a los que precedieron”, acotó acerca de Fantasía.

Al confirmar su regreso para el estreno no ocultó sus deseos: “El público espero que salga complacido, porque tanto la compañía como yo estamos haciendo los mejores esfuerzos”.

SU COPPELIA EN CAMAGÜEY

Reconocido como uno de los creadores más importantes de la Escuela Cubana de Ballet, Alberto Méndez rememoró sus vínculos con esta provincia, desde el nacimiento de la compañía fundada por Vicentina de la Torre.

“Camagüey me trae muchos recuerdos. He venido a trabajar desde los inicios de esta compañía en 1967. En el ‘68 tuve la posibilidad, con algunos bailarines del Ballet Nacional de Cuba y de la escuela de montar nuestra versión de Coppelia. Costó mucho trabajo, el teatro estaba en malas condiciones. Cultura nos dio todas las manos posibles. Nos quedábamos en la Casa Colonial. Pasamos una temporada muy agradable”.

Luego detalló: “En el Teatro Principal con un pianista hicimos las funciones de Coppelia. Yo me encargué de diseñar y casi realizar con algunos carpinteros de Cultura la escenografía, el vestuario, parte del que tenía la escuela, parte del que hicimos. Tuve que bailar de rol principal y algunos no tan principales, entonces me cambiaba. Fue una experiencia inolvidable”.

Aquellos retos de Coppelia ensancharon sus proyecciones artísticas: “Me ayudó muchísimo a perder un poco el miedo a crear nuevas obras. En el ‘70 ya me lancé como coreógrafo. Hice Plásmasis, con tan buena suerte que fue premiada en Bulgaria, en el primer concurso de ballet internacional. Después llegó el de Moscú, el de Japón y hoy hay muchos concursos de ballet, pero ese fue el primero”.

“Realmente he tenido muy buena suerte en esta nueva carrera, digamos, primero como bailarín, después como bailarín de carácter, después como coreógrafo y como director de espectáculos. Todo eso ha ido cayendo poco a poco. Esa ha sido mi escuela”, refirió quien conoció sobre la danza a través de los filmes musicales.

DERROTEROS DE LA DANZA

Ante las afirmaciones cada vez más frecuentes de que el bailarín de hoy debe ser versátil, Alberto Méndez señaló sus consideraciones acerca de las semejanzas y las diferentes que por experiencia ha observado en el mundo de la danza.

“Todas las compañías en cierto momento de su existencia se parecen, los que hacemos compañías de ballet clásico, no compañías de ballet moderno o contemporáneo o folclórico o de lo que sea. He tenido la suerte de trabajar en varios países con varias compañías importantes en España, en Italia, en Hungría, en Polonia y en América. Todos los bailarines se parecen”.

“La técnica del bailarín ha progresado muchísimo. Hoy en día los bailarines hacen pasos técnicos inimaginables hace 30 o 40 años, cuando yo empecé; sin embargo, hay algunas cosas que por la juventud de los mismos bailarines, por todo ese movimiento que hay que se van perdiendo un poquito”.

Como rasgo negativo destacó “que los bailarines no se asientan en una compañía”, y eso conlleva a que se pierda el calor, la experiencia y la imagen propia de la agrupación.

“A veces uno no sabe diferenciar entre una compañía de allá y una de acá y otra de más allá, porque los bailarines se van mezclando. Eso tiene su parte buena y tiene su parte mala. Hace muchos años los rusos no bailaban como los franceses, y los franceses no bailaban como los americanos, y los americanos no bailaban como los argentinos”, recordó.

“La Escuela Cubana proviene de la escuela americana y de la italiana y de la rusa, sin embargo, la individualidad del bailarín cubano se mantiene y eso es bueno. Los bailarines cubanos están hoy en todo el mundo y poniendo muy alto el nombre de nuestra patria”, concluyó.