Nominada al Premio de Investigaciones Gustavo Sed Nieves en el 2017, por la filial camagüeyana de la Unión de Historiadores de Cuba y, a pocas semanas de abrazar el Reconocimiento Honrar Honra, de la Junta Nacional de la Sociedad Cultural José Martí. Fue líder estudiantil, cuadro profesional de la UJC, miembro de distintas cátedras honoríficas... mas ella prefiere conversar de dos de sus pasiones: la docencia y la investigación, y no del torrente de sentimientos que brota en algunos escritos que mantiene en secreto

Ángela María Benítez Quevedo.Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante Ángela María Benítez Quevedo.Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante CAMAGÜEY.- Pura sensibilidad y amor a su trabajo emanan de Ángela María Benítez Quevedo, reconocida profesora e investigadora camagüeyana. En 35 años de vida profesional ha trabajado en diferentes centros de la educación superior en su ciudad como el Instituto Superior Pedagógico José Martí, la Universidad de Ciencias Médicas Carlos J. Finlay, la filial de la Universidad de las Artes, la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz y el Centro de Estudios Nicolás Guillén.

En el 2012 mereció la Medalla Conmemorativa 45 Aniversario de la Educación Superior, otorgada por la Universidad de las Artes. A finales del pasado año ganó por segunda ocasión el elogio del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, por la fundamentación al Premio Memoria Viva del proyecto de muñequería Carsueños, pues en el 2014 lo obtuvo por la argumentación del Proyecto Cultural Grupo Vocal Desandann...

Lleva a la par la docencia y la investigación, pues una complementa la otra. Es vicepresidenta de la Sociedad Cultural José Martí aquí e investiga temas relacionados con la identidad cultural, de corte historiográfico, a socioculturales, personalidades como José Martí y Enrique José Varona, cultura popular y tradicional, el patrimonio musical y la visión martiana de identidad, ciudad, sociedad y modernidad desde la arquitectura. Pero al hablar con ella, identificamos al alma pasiva, amable y sentimental que lleva dentro.

¿Qué la motivó a la docencia?

—La docencia para mí es una necesidad, no la practico solo desde la perspectiva académica, sino también desde lo familiar, convierto en hijos míos a mis alumnos. Tuvo mucha influencia mi radio familiar. Mi abuelo era maestro, de los primeros en llevar a cabo la Campaña de Alfabetización en Cuba. Mi mamá, especialista en Lengua Inglesa, llegó a ser decana de la facultad de Idiomas en el Pedagógico. De ellos adquirí el amor por la docencia. Es un compromiso de ese legado y me he sentido a gusto ejerciéndola.

¿Cómo la asocia con la investigación?

—La investigación la convierto en docencia. Una viene a este mundo a aprender todo el tiempo. Desde el afán de descubrir cosas, aprender de las personas que te rodean, que van formando parte de ti. El crecimiento se lo debo al que está al lado mío, sea alumno, investigador o profesor.

¿Por qué es tan exigente con sus alumnos?

—Lo soy en primer lugar conmigo misma. Cada día me examino. Me hace bien porque me lleva a reflexionar sobre las personas con las que interactúo, y veo si tengo que modificar mi ser o mi hacer para atemperarme o armonizarme. En clases exijo que me sobrepasen y hago saber cuando el resultado es laborioso. He sido exigente con mis compañeros o con mis alumnos, en mi vida personal, de pareja y familiar. A mi hijo exijo a la par mía, y es duro, porque cuando exiges tienes que subir la parada para ir demostrando que se puede.

¿Ser exigente implica excluir el cariño y el amor en las clases?

—Confío mucho en el amor. No doy un paso si algo no me motiva. A partir de allí establezco un compromiso de responsabilidad, de fidelidad. No soy hipócrita. No sé fingir. Lo que he logrado en la vida, que me parece poco, ha sido a través de mucho sacrificio.

¿Se considera martiana?

—Yo soy muy martiana. Amo a Martí, pero lo amo no como una figura o estatua, lo tengo como ese hombre lleno de necesidades, crecido, entregado, que sigue teniendo cosas que decir, porque se ocupó de que el conocimiento fuera enorme. Amo en él ese sentido socrático. El Martí que he construido, el que vive conmigo, es ese del que cada día se aprende más.

¿Cómo le gustaría ser recordada?

—Vivo diciéndoles a mis alumnos: si algo me llegara a pasar, si dentro de poco no existiera, quisiera que recordaran ese afán de que a todo hay que entregarse como si fuera el último día. Si la gente entendiera las cosas así todo fuera mejor. Significa lastimarnos menos, amarnos sin espacio a la violencia. Las sociedades fueran más sanas, más alegres.

¿Qué le queda por hacer a sus 57 años de vida?

—A esta edad pudiera tener más resultados, pero me siento feliz. He tenido la oportunidad de escribir teatro, cuentos cortos y poemas, pero permanecen inéditos. Mis amigos me han pedido que los saque a la luz y estoy trabajando en eso. Entonces la gente sabrá mejor quién soy, la Angelita que escribe sobre el hombre y la verdad del hombre. Quisiera vivir mucho para cambiar lo imponderable, observar las bondades que el mundo todavía nos depara. Ojalá en mi hijo y en mi nieto continúe mi sentido de ver el mundo y respetarlo. Ojalá me recuerden como la maestra que siempre aprendió cuando enseñó.